27 junio 2007

En busca del DragóN FucsiA. Final del primer viaje.

*Viene del post anterior. Por su estabilidad craneal, comience a leer desde entonces.
Lo malo de estar inconsciente durante dos días es que son dos días que te pasas sin fumar. Y luego eso hay que recuperarlo. Claro que yo ya no fumo. Lo dejé hace treinta años. De hecho sólo fumé un cigarrillo una vez y fue para evitar que una chica muy fea me besase. Aunque es cierto eso que dicen. No hay día en el que no me fumaría trece cartones y un puro cubano.
DÍA 10

El desconcierto es ya parte fundamental de mi vida, pero aun así no termino de acostumbrarme. Una sacudida brusca y un traqueteo constante me despiertan. Estoy en una especie de autobús antediluviano. Veo dos hileras de butacas de madera, forradas de cuero marrón, a cada lado de un pasillo tan ancho como mi mano. A mi izquierda AlbertO mira por la ventana. Hay tres a cada lado. Miro por la de mi derecha y el suelo parece estar muy lejos. O este autobús tiene unas ruedas enormes o no es un autobús.
Me levanto de un salto y mi cabeza se estrella contra el techo. AlbertO se emociona al escucharme blasfemar. Tras de mí, MarietA trata de beber de una pila que hace por lo menos un siglo que debería haber sido retirada. A la compleja pregunta "dónde estoy", la respuesta es muy simple pero confusa. En un RohrbacH R-VIII RolanD color rojo de 1928.
Trato de que alguno de los dos sea un pelín más específico, pero es tarea harto complicada y vuelvo a sentarme. No me gustan los aviones porque no entiendo cómo una cosa que pesa más que yo pueda volar si yo no puedo hacerlo. Pero me gustan menos las tartanas en las que los tornillos poco a poco comienzan a salirse de las tuercas y el fuselaje temblequea como un bebé en medio de una autopista.
Cuando la ventanilla empieza a agrietarse me altero un poco y comienzo a correr de un lado al otro de la matraca en la que voy a encontrar una muerte segura y amenazo con darle un puñetazo a una de las láminas si alguien no me explica qué está pasando.

AlbertO suspira y lamenta que les haya estropeado la sorpresa. Así están las cosas.

El DragóN FucsiA no es un dragón de verdad sino una especie de flor, navío y/o libro. Más concretamente puede ser cualquier cosa menos un dragón de verdad. El dichoso DragóN está oculto en un lugar seguro más o menos al este, oeste, norte, sur de la ciudad de NuevA YorK y allí es adonde vamos. Viajamos en una réplica del avión que realizó el primer viaje de BarcelonA a MadriD. Hasta anteayer estaba sujeto a una grúa y daba vueltas sobre sí mismo a modo de vibrante atracción. Ahora vibra más porque lleva mil trescientos kilómetros recorridos, lo cual ya es un jodido milagro. Un tal JaumE, que es el señor que está en la cabina en este momento, le instaló un par de depósitos de combustible adicionales para que no se cayese nada más despegar.

A la pregunta de por qué no viajar en un avión de verdad, no obtengo respuesta. El tal JaumE grita desde la cabina que nos sentemos y nos abrochemos las correas si no queremos comenzar a centrifugarnos porque tiene que aterrizar para repostar otra vez. JaumE define como correa a una cuerda podrida de color indefinido.
Según AlbertO hemos parado en NanteS, DubliN, ReyjaviK, GoodthaB y Goose baY -CanadÁ-. Ahora toca BostoN y de ahí a la Gran manzanA.
Tardo alrededor de cinco minutos en situar en un mapamundi mental tres de los seis sitios que me ha dicho, los otros tres creo que no existían en la edición del mapamundi que me compró mi madre. Cuando veo que el ala derecha comienza a tener serias intenciones de independizarse del resto del aeroplano, me desmayo, para variar.

ContiNuará

24 junio 2007

En busca del DragóN FucsiA. Sexta parte.

*Viene del post anterior. Por su estabilidad craneal, comience a leer desde entonces.

Si tu vida depende de un pingüino y de una cabaretera por muy enamorado que estés de ella, más vale que duermas hasta que pase la tempestad.

DÍA 7

He caído enfermo. Al principio pensé que el calor que sentía era por MarietA, pero cuando me desmayé dos veces y comencé a hablar en idiomas que no existen empecé a preocuparme. La cosa se puso realmente fea cuando besé a AlbertO en el pico y le dije a MarietA que de todos los pingüinos ella era sin duda la única que sabía hablar.

Después nos atacaron unos indígenas, quemaron nuestros víveres y secuestraron a AlbertO. Yo descubrí la fuente de la eterna juventud pero no me metí porque acababa de comerme una piedra y no quería que se me cortase la digestión. MarietA me dijo que era mi padre y logramos rescatar a AlbertO un instante antes de que un simio gigante se casase con él.

Anochecía ya cuando volví a abrir los ojos. AlbertO me aplicaba la ExtremauncióN -o algo parecido- y MarietA me ponía un paño húmedo en la frente. Lamenté que el paño no perteneciese a su vestuario y agradecí al ave que confiase tanto en mi salud de roble. Un minuto más tarde comprendí que no hubo ni indígenas, ni secuestro, ni fuente, ni incesto, ni mono gigante.

MarietA dice que es normal que un tipo de ciudad coja resfriados por estas tierras pero que lo mío no tiene nombre. Miro a mi alrededor y deduzco que continuamos en el mismo punto que esta mañana. Me bebo un vaso de leche, mastico una hierba que me ofrece AlbertO, recuerdo vagamente las recomendaciones de las autoridades sanitarias con respecto a automedicarse y vuelvo a caer relocho.

Antes de perder la consciencia definitivamente, oigo un gruñido extraño...

ContiNuará

23 junio 2007

En busca del DragóN Fucsia. Quinta parte (dos días en uno)

*Viene del post anterior. Por su estabilidad craneal, comience a leer desde entonces.

Sólo existen dos razones por las que continúo permitiendo que AlbertO me acompañe. La primera es que huele bien, y eso siempre es de agradecer, y la segunda que a veces hace cosas como esta.

DÍA 5

Mira al portero. El portero le mira a él. Yo miro a un señor que fuma en el descansillo y el señor no mira a nadie. AlbertO se pone gallito y le explica amablemente al portero que o abre la puerta o no responde de sí mismo. El portero se ríe como si le hubiesen contado el mejor chiste de su vida y busca complicidad en mí. Yo me encojo de hombros y le sugiero que haga caso al bicho.

AlbertO comienza a piar y a aletear como un degenerado mientras grita que tiene una bomba en el zapato y un tenedor en el bolsillo. El portero no hace nada. Yo le aclaro que AlbertO es un excelente tirador de tenedores. Nada. AlbertO se detiene en seco y entonces se le iluminan los ojos. Yo empiezo a pensar que de allí sólo nos sacan en ambulancia y entonces AlbertO va y dice muy serio; ¡gordo babeante!. Asumo mi calidad de futuro inválido y retrocedo un paso. Pero resulta que no es un insulto. Que al portero en cuestión lo llaman así. Bueno, ahora sólo es GordO -aclara- lo de BabeantE quedaba muy largo y poco específico. No entiendo por qué. GordO, que al parecer era amigo del primer dueño de mi acompañante, nos deja pasar y le pide a la camarera que nos ponga dos DiamanteS VerdeS bien cargados.

DÍA 6

Jamás me había desmayado antes de terminarme una copa. El dichoso DiamantE VerdE es un combinado de todos los licores que existen en el planeta más unas gotitas de tabasco y una pequeña dosis de carne de cerdo picada.

Me despierto espatarrado en una silla. Un señor con una fregona me está fregando la cara. Deduzco que estoy boca abajo. Me incorporo y pregunto dónde está el lavabo. No responde. Comienzo a caminar por la posada en busca del retrete y me tropiezo con una bolsa de basura. No es una bolsa de basura, es AlbertO que duerme con el pico pegado al suelo. Tras localizar el váter y hacer uso indiscriminado de él, rebusco en mis bolsillos y saco el mapa.
La siguiente equis no es una equis sino una oración simple; "preguntar por MarietA". Como no especifica más, voy a la barra y pregunto por MarietA. Una masa de carne con pelo por todo el cuerpo menos en la cabeza me responde con un gruñido. Tardo aproximadamente dos minutos en procesar la información. Al parecer MarietA ya no trabaja allí.

Un nuevo revés que no me sorprende demasiado. El camarero sobredimensionado me aclara que es una broma. Yo me río por no insultarle y aguardo a que me señale el lugar en el que se encuentra la dichosa señora. El camarero no dice nada más. Trago saliva e insisto. Creo que se ha quedado dormido. Entonces examino con detenimiento la taberna y descubro que hay, además de un escenario y restos de diversas sustancias líquidas y no tan líquidas por el suelo, unas escaleras que suben hacia algún sitio. AlbertO sigue babeando en el suelo así que decido subir yo solo.

La planta de arriba es un pasillo. A cada lado hay varias puertas de color rosa y una roja al final del todo. Por algún motivo que se me escapa llamo a la roja. Una vocecita responde al otro lado que espere un minuto. Trescientos minutos después, la puerta se abre. Me he quedado dormido en el recibidor y un piececito me zarandea. La voz me explica que tenía que arreglarse un poco. Me levanto y entro. Parece un camerino. Al fondo, una mujer de metro sesenta y vestida con un camisón negro como su cabello me saluda agitando un pañuelo rojo. Todo se mueve a cámara lenta y en mis oídos suena I will always love you de WhitneY HoustoN. Me invita a sentarme y yo le invito a casarse conmigo.
La casualidad quiere que se llame MarietA y que yo me quede con cara de haz conmigo lo que quieras. Tres horas más tarde me acuerdo de lo que he venido a hacer aquí y sigo el siguiente paso del pergamino con olor a culo. Le pregunto así, sin rodeos ni circunloquios, dónde puedo encontrar el DragóN FucsiA. Ella sonríe y yo me río como un lerdo. Me pregunta si voy ligero de equipaje. Le respondo que sólo llevo un pingüino pero que anda solo.

Se levanta de un brinco y tras icorporar a AlbertO tres veces del suelo, darle café con sal y repetirle que yo también soy su amigo y que agradezco que me quiera tanto, nos vamos los tres en busca del DragóN FucsiA.

ContiNuarÁ

21 junio 2007

En busca del DragóN FucsiA. Cuarta parte (y subiendo).

*Viene del post anterior. Por su estabilidad craneal, comience a leer desde entonces.

"El mejor guía que puede usted tener" dijo la morenaza llamada RodrigO y me dio el pingüino este. Desde luego de no ser por él, jamás me hubieran sometido a tortura dos veces. Una igual, pero dos, jamás. Sin duda tengo mucho que agradecerle. Le compraría una joya pero no creo que AlbertO sea mucho de joyas y además, para eso tendría que pedirle a la banda de forajidos ciegos que nos atracó gentilmente a la entrada de la catedral verde que me devolviese la cartera.

DÍA 4

Resulta que la catedral verde no es una catedral verde sino un edificio del ministerio de no sé qué. Llevamos trece horas de una ventanilla a otra. Al menos las sillas de hierro oxidado son cómodas. AlbertO ha entablado amistad con un anciano que lleva esperando desde que quedó huérfano con cinco años y yo ya no sé en qué emplear mi tiempo.

Supongo que debe de ser realmente complicado realizar la operación que hemos solicitado. "¿Me puede usted decir cómo llegar a la posada del PatO HipotecadO?". "Sí, cómo no. Hable con mi compañera, ella sabrá indicarle". Dieciséis compañeras después me dicen que el que lleva lo del PatO está de baja por ansiedad y que me atenderá un becario en cuanto termine de cultivar los granos de café para toda la plantilla. Y aquí estoy.

Inmerso en el más profundo aburrimiento experimento un flashback; que es lo que dicen los ingleses cuando quieren referirse a que uno va y recuerda algo.

Yo era un tipo normal, con mi trabajo normal, mi sueldo de esclavo moderno y con una mujer a la que yo llamaba CositA y ella no me llamaba nada. Vivía en una de esas ciudades que apestan a humo, a sudor y a una cosa rara que nunca he sabido determinar. Mi futuro era tan gris que parecía negro sucio. Así que, asumiendo mi feliz destino, me daba a la bebida día sí, día también. Así, como por norma, todos los días ingería trece copas de mosto rojo y una gotita de coñac. Pero un día alguien confundió las proporciones y la gotita de mosto pesó menos que las trece copas de coñac. Así fue como terminé en el muelle de la ciudad hablando con un Lobo de maR con cara de BélmeZ y a punto de sufrir un infarto. El viejo, en su agonía, se sacó un papel del orto y me lo dio después de besarlo. "Busca el DragóN FucsiA" dijo. Después me vomitó en la cara y se quedó tieso.

Como no me enteré de nada volví a mi casa y se lo comenté a mi mujer. Muy comprensiva ella, me llamó despojo de la tierra y se puso a roncar despierta. Tras media hora de serenata, le di un beso en el bigote y me marché en busca del lagarto ese. Cuatro horas de caminata más tarde me acordé del papel que me había dado el Lobo de maR y descubrí que era un mapa. Tal vez eso me ayudaría a concretar la búsqueda.

Según el pergamino hediondo que tenía en mis manos, lo primero que debía hacer era coger un autobús en la PlazA de EspañA. Como la línea concreta no se veía bien, cogí todos los que pasaban por la PlazA. Cuando ya estaba amaneciendo, un minibús con el techo de madera y las seis ruedas de acero, apareció como de la nada y se paró justo en frente de mí. Lo que me sorprendió bastante porque en frente de mí había un árbol y un parterre. El conductor abrió la puerta, me insultó por no pisar el césped y me obligó a subir.

Día y medio después llegamos a la última parada. Como me había dormido desde que arrancamos, no puedo especificar cuál fue la ruta que seguimos. El caso es que aparecí en un prado de hierba azul cenicero y me puse a andar en busca de la siguiente equis del mapa; la posada del PatO HipotecadO. Debido a la resaca de la noche anterior y a las legañas del viaje posterior, cogí el mapa al revés y no me di cuenta hasta llegar a la casita roja donde vivía la morenaza que se llamaba RodrigO. Luego conocí a AlbertO y cuatro días más tarde aparecimos aquí.

Fin del flashback.

AlbertO me despierta de un graznido y me sugiere que empiece a correr hacia la salida. Al parecer nos han atendido antes que al anciano huérfano y no le ha sentado demasiado bien. AlbertO debería entrenar su sistema locomotor porque tengo que pararme cada cinco pasos para desestamparle de una pared. Cuando llegamos a la calle, le pregunto hacia dónde tenemos que ir. AlbertO me mira con cara de pingüino y me contesta con un "que a qué me refiero".

Afortunadamente pasa un taxi un instante antes de que ejecute a AlbertO y nos conduce a la posada del jodido PatO. Como no tengo dinero para pagar la carrera, tengo que limpiarle el salpicadero. AlbertO me ayuda dirigiendo la operación desde un árbol. Un minuto antes de que la luna se cubra por un eclipse termino el favor y llamamos a la puerta de la posada.

Que cuál es la contraseña, que si no, no pasamos ni el loro ni yo. Yo le explico al portero unineuronal que lo que tengo a mi lado es un pingüino y que se llama AlbertO. Pero eso no parece servir de mucho. Que o la contraseña o adiós muy buenas. Miro el mapa pero no hay contraseña ninguna.

Me cago en el DragóN FucsiA.

ContiNuará

20 junio 2007

En busca del DragóN FucsiA. Parte tres (y tendrás tres trozos)

*Viene del post anterior. Por su estabilidad craneal, comience a leer desde entonces.
"¡Que la ponga nel balcón, / que la dexe de poner, / tengo de subir al árbol / y la flor tengo coyer! /AsturiaS, Patria querida. / AstuuuuriaS de mis amoooores..." Como ya dije, uno nunca termina de conocerse a sí mismo. La gotita hace que uno se sepa cosas que ni siquiera uno sabe que sabía.

DIA 3

Llevo un día -día arriba día abajo- sentado bajo el grifo. He pasado por diversas fases. Algunas más interesantes que otras.

Primero me resistí y utilicé argumentos más que convincentes para que la pelirroja nos soltase, pero parece que mis miradas de galán a lo Bogart no dan ningún resultado por estos lares. Después me enfadé y la escupí una vez dicho que me llevaría el secreto a la tumba, pero calculé mal y le acerté a AlbertO en el ojo. La tercera fase consistió en alcanzar un trato justo, ella nos soltaba y yo le preparaba la cena. La cuarta fue pedirle que me soltara a mí solo y AlbertO, si eso, se convertía en la cena. La quinta se limitó a que yo sollozase y asegurarle que mi familia no tenía dinero ni ganas de verme. La sexta se basó en afirmar que yo era el Rey de FranciA y que de un momento a otro un ejército de fornidos galos y algún que otro portugués entraría por esa puerta. Más tarde me meé en los pantalones y amenacé con que lo próximo no sería tan líquido. La octava fue descubrir que todo Dios se sabe el AsturiaS patria querida y que en situaciones límite no sirve para nada. En la novena descubrí que la pelirroja sólo había estado presente en la primera fase. Y en la décima me limité a envidiar a los bebés por usar pañales.

Huelo mal y me siento sucio. El grifo ha dejado de soltar agua, lo que de no estar meado y cagado me alegraría bastante. AlbertO está ido totalmente. No sé qué hora es y tengo hambre. La puerta se abre lentamente, como para acojonar más todavía. Creo que el chirriar no lo hace la madera sino la pelirroja. Confirmado, lo hace ella, de hecho ha decidido incorporarle musiquita de miedo. Si no me equivoco, está tarareando A boy like that / I have a love, de West side storY.
Baja las escaleras lentamente. Lleva una gabardina roja hasta los dedos índices de los pies. Se pone frente a mí y se la quita. Lo que faltaba, estoy yo para hacer favores.

AlbertO espabila de repente. La pelirroja se da la vuelta y le insulta llamándolo "pelícano", lo que para un pingüino es realmente ofensivo. Yo aprovecho la confusión para rascarme un dedo que me llevaba picando ya unas horas. Después aprovecho de nuevo la confusión para enrollar la gabardina en los tobillos de la buena señora, para ello uso mis pies y la experiencia que me dio trabajar tres meses en el circo mundial, tiro de la prenda y la señora se va directamente al suelo.
AlbertO salta como un desquiciado de su silla y sale corriendo. Cierra la puerta al salir, lo cual es un detalle porque hay corriente, y me deja solo con una pelirroja desnuda e inconsciente.

Media hora más tarde el jaleo en el que me veo metido da un nuevo giro. Entra AlbertO con una niña; un león que parece un siamés; un perro patada; la cabeza de un espantapájaros y un señor que jura que lo que lleva encima es una armadura de acero inoxidable y deslizante, pero que a mí me parecen cuatro trastos de hojalata.
Me desatan. En mi lugar dejan a la pelirroja a la que todos llaman Bruja del nortE, así, como con desprecio, y nos vamos por una carretera de adoquines amarillos paja.

Nuestros nuevos amigos nos dejan tirados cinco centímetros más allá -según mi mapa- y se van a buscar a un mago que hace trucos con hoces. Otra vez solo con AlbertO. Ante nosotros se erige una catedral verde. Tal vez aquí sepan dónde encontrar el DragóN FucsiA.

CoNtinuarÁ

19 junio 2007

En busca del DragóN FucsiA. Parte segunda.

*Viene del post anterior. Por su estabilidad craneal, comience a leer desde entonces.

Alguien debería decirle a AlbertO que en Oxford las vivisecciones no las preparan los pingüinos y que probablemente su hijo no llegará nunca a arrojar el birrete. Pero no me atrevo. Además no podría hacerlo. Llevo cinco horas con un plátano en la boca y eso dificulta mi vocalización.

DÍA 2

La pelirroja es excepcionalmente hospitalaria. Nos invitó a su casa subterránea y nos ató, a mi amigo forzoso y a mí, a dos sillas. Una frente a otra. Se marchó hará dos horas y, preocupada por nuestra higiene dejó dos grifos levemente abiertos para que una gotita helada caiga sobre nuestras cabezas cada minuto exacto. AlbertO comenzó a cantar AsturiaS patria querida hace media hora. Me temo que tal vez haya perdido ligeramente la chaveta puesto que nunca ha estado en AsturiaS.

Agradezco el interés de la pelirroja por nuestra comodidad pero ya me he cansado del pic poc y decido zafarme de las ataduras. Me retuerzo y muevo las manos con extraordinaria habilidad. Nada. La cuerda no se ha aflojado ni un ápice. Al menos he logrado que la gota me caiga directamente en el tímpano. Mucho mejor.

AlbertO comienza a escanciar un líquido verdoso que reposaba en un orinal de la estancia. Me invita a un trago. El puñetero pingüino ha logrado desatarse. No entiende lo que le digo. Claro, tengo un plátano en la boca. Con tremendo esfuerzo, mastico la fruta y me la trago. Una vez hecha la digestión, dos horas después aproximadamente, le comento si podría quitarme las cuerdas.

Había olvidado que AlbertO es cojo y además es un pingüino. Ambos detalles dificultan nuestra fuga. También había olvidado que el goteo constante había logrado desquiciarlo, así que cada cinco pasos exactos, AlbertO se empotra contra una pared. Finalmente obtenemos nuestra libertad. En la calle hace frío. Necesitaremos un transporte para lograr aventajar en distancia a la pelirroja por si le diera por perseguirnos. AlbertO tiene una idea. La tiene pero no la comparte. Se marcha haciendo eses y me deja tirado.

Cinco horas más tarde, el pingüino regresa. Le abrazo y lloro de emoción. Después le pego un puñetazo en el estómago por abandonarme. Cuando se repone me explica que ha estado dando vueltas en círculo en busca de algún aldeano que pudiese ayudarnos. "¿Y bien?", pregunto. AlbertO silba y una mujer aparece detrás de un plátano -el árbol, no la fruta-. Es la pelirroja. "Nuestra ayuda" sentencia AlbertO orgulloso.

La gota ahora cae cada treinta segundos y dieciséis centésimas, lo que dificultará el cálculo horario. Ahora es AlbertO quien tiene un plátano en el pico. A mí me han puesto un esturión. Interesante cambio de papeles. Lo peor de todo es que yo no me sé el AsturiaS patria querida.

Por cierto; ni rastro del DragóN FucsiA.
CoNtinuarÁ

18 junio 2007

En busca del DragóN FucsiA. Primera parte.

PROLOGOLOGÍA

Aun a riesgo de equivocarme, comienzo esta historia con una sonrisa y sometido a una tremenda resaca.

DÍA PRIMERO

Camino tranquilo. Orgulloso de haberme conocido, pero sorprendido por ciertas cosas que confirman que uno nunca llega a conocer a la gente. Ni siquiera a uno mismo.


Oteo en la distancia y no hay ni rastro del DragóN FucsiA. Juraría que seguí el mapa punto por punto, pero la caseta roja no debería estar ahí.


Mierda. Lo he estado leyendo al revés. Tranquilo, sólo me he equivocado unos centímetros. Hum... la escala es de uno a cien millones.


La puerta de la caseta se abre. Pongo la mirada más seductora que tengo. Creo que la morenaza se piensa que me está dando el sol de cara. Renuncio a conquistarla porque no tengo tiempo y me limito a preguntar a qué altura cae la posada del PatO HipotecadO.


La morenaza tiene voz de hombre y se llama RodrigO. Lo sé porque se presenta así y me trago las palabras. De no ser así le diría que más le valdría dejarse bigote y cortarse la melena. Vive solo. Normal.


Me dice que tan sólo tardaré una semana, pero que no me preocupe, me da un pingüino cojo y me asegura que es el mejor guía que podría encontrar. El pingüino me saluda con un corte de ala y comienza a caminar. RodrigO nos desea suerte y se encierra de nuevo en la caseta para después ingerir nueve pastillas de viagra y dormir el sueño de los justos. Se sentía vacío y, sin el pingüino, su vida carecía de sentido.


El pingüino se llama AlbertO y tiene catorce hijos. Uno estudia en YalE y prepara su tesis. Vivisección en cinco pasos se llama. Los otros trece viven hacinados en un piso de protección oficial y comparten su cama con veintisiete marroquíes, dos ucranianos y un señor de Murcia que busca a una tal NinettE.


Le suplico que se calle porque tengo que pensar. AlbertO cierra el pico y yo pienso. Después de cinco minutos decido que deberíamos comer algo. Con el estómago vacío no pienso bien.


AlbertO y yo discrepamos en el menú. Él quiere comerse cinco sardinas crudas que ha visto colgadas de un árbol y yo prefiero pescar unas manzanas.


Tomar una decisión nos lleva toda la tarde y nos acostamos uno a cinco metros del otro.

AlbertO ronca. La pelirroja que me observa en jarras no ronca pero acongoja. Creo que nos hemos metido en un lío...


ContiNuarÁ

08 junio 2007

El secreto de la felicidad

Forzó una sonrisa.

No podía permitirse ni una sola muestra de debilidad. Tenía que mantenerse firme y ahogar el gusano de la desilusión que recorría su estómago. El vacío era absoluto y oscuro. Todo aquello no tenía que haber ocurrido. Pero lo cierto es que así era.
Avanzó unos pasos. Los justos para analizar la situación desde su, todavía, posición privilegiada. Entonces, justo entonces... comenzó a llover. El destino era caprichoso y una vez más lo demostraba.
Las gotas frías recorrían sus mejillas. Se alegró. De ese modo nadie sabría que estaba llorando...
Pero fue en ese preciso momento en el que todo cambió. El olor de la lluvia se coló hasta lo más hondo de su alma y a partir de esa primera sensación comenzaron a galopar otras. La hierba brillaba como si de un cuadro se tratase; la brisa acariciaba su piel y su cuerpo empapado tembló. Un escalofrío recorrió cada poro de su piel al comprender que eso era precisamente lo que había venido a hacer aquí.
Sentir.
Sentir...
¡Sentir!





Retrocedió y volvió a caminar sobre sus pasos. Su silueta se perdió en la noche, pero cualquiera que tuviera la dicha de verla en aquel momento pudo disfrutar de la tremenda energía que desprendía.

03 junio 2007

Desenmarañando telarañas

Otra vez domingo.
He tenido el invento éste un poco abandonado. Pero me resisto a dejarlo en manos de las viles arañas cibernéticas y permitir que se ensañen cubriéndolo de telarañas.
Me encuentro últimamente ante una de esas épocas en las que el futuro inmediato se torna inquietante y misterioso. Cada día espero ver una llamada de un número desconocido en la pantalla de mi teléfono de segunda (creo) generación y al descolgar encontrarme con una voz que me planifique la vida durante los próximos tres meses (como mínimo) en un trabajo que, sabe Dios, si me satisfará lo más mínimo. Es ahora cuando me pregunto si el dinero empleado en el máster (así juran y perjuran que se llama) merecerá al menos uno de los céntimos que deposité en aquellas arcas tan hospitalarias al principio y tan oscuras y misteriosas (en el sentido más peyorativo del término) a día de hoy.
Sí, el dichoso curso con aires de grandeza me ha reportado muchas satisfacciones personales y educativas, pero me temo que mucho debería torcerse la cosa para que me arregle mínimamente la vida.
Algunos que me conocen y me conocían antes de mi llegada a la capital (hace ya dos largos o cortos años, según por qué lado lo mire), aseguran sobre una biblia que he cambiado. A peor, por supuesto (cuando alguien te dice que has cambiado generalmente no es para bien). Y puede ser. Seguramente he acentuado mis miedos y mis fobias, pero tampoco es para es para tanto, creo yo. El problema es que sí es cierto que un servidor no se siente exáctamente como antes. Siente que hay muchas lagunas que un día dejaron de cubrirse. Me refiero a muchas caras que hace mucho que no veo y que probablemente hayan perdido en gran medida el interés por ver la mía. Es normal, el "ya nos veremos" funciona hasta un punto. Pero qué puedo decir más que lo siento y que ojalá ellos y ellas tengan más fuerza de voluntad que yo y me aventajen marcando mi teléfono e insultándome por haber desaparecido tan silenciosamente.
Pero no he cambiado tanto. Lo juro. Sigo buscando y soñando con lo mismo. Sigo teniendo las mismas expectativas en todos los terrenos pero el no terminar de encontrar un lugar en el mundo hace que mi emoción sea cada vez más contenida.
He dejado de tener la suficiente capacidad de concentración para lograr abstraerme y escribir como escribía antes, dibujo siempre lo mismo y los sueños creativos cada vez son más simples. Tengo la sensación de que a muy pocos les importa ya dónde estoy (lo entiendo en parte porque hace mucho que no marcamos nuestros respectivos teléfonos) pero quizá me ayudaría que alguno de ellos me echara un capote. Eso sí otros, no muchos, saben dejarme claro que siguen ahí...
En fin. Con la extraña sensación de que ya muy pocos leen este, repito, invento me despido hasta la próxima. Espero sinceramente que no sea un domingo.