En busca del DragóN FucsiA. Nueva York. Fourth chapter.
Lo que es la vida. Te pasas años intentando olvidar algo, esperando a que se cumpla eso de que el tiempo lo cura todo, para que luego venga un francés y te joda el esfuerzo con una hipnosis regresiva.
EIGHTHT DAY IN LA GRAN MANZANA
In la GraN ManzanA por decir algo. Llegamos a la casa del francés antes de que amanezca. La casa de por sí, acongoja. No sé si para hacerse notar o porque no le caben en los archivadores, las paredes están forradas con títulos universitarios del tipo Master en Parapsicología y Jibarología por la universidad de WacO o Dpdo. en Numerología y Técnico Psicofónico por GeorgetowN. El habitáculo que tiene por consulta es clavadito al despacho de NormaN BateS.
El francés aparece de repente de debajo de la mesa circular que preside la cueva y se presenta a sí mismo como The Witch One III. Le pido que me enseñe su documento de identidad. Se llama NicolaS y nació en MarsellA.
Exige a mis acompañantes que esperen dentro del armario mientras invoca a no sé quién. Me dice que beba un líquido amarillo orina de una probeta. Declino la invitación alegando que no me gusta picar entre comidas. Me tapa la nariz y me lo hace tragar. Vomito. Entonces me inyecta un suero rosa y después un antídoto porque se ha dado cuenta de que se ha equivocado de pócima. Un poco asustado ya, le sugiero que use un reloj de bolsillo como todo el mundo.
Que no piense en nada -será fácil-. Que me concentre -¿en qué?-. Que me concentre -bueno, pues me concentro-. Que tengo sueño -pues he dormido bastante bien, la verdad-. Mucho sueño -¡que no tengo, hombre!-. Que cuando cuente tres, retrocederé en el tiempo -si usted lo dice...-.
Un. Deux. Trois.
La salita se ha convertido en un lago enorme y veo salir una especie de rana con aletas a la orilla. El cielo es rojo como el infierno y la rana me mira. De repente le salen unos bracitos muy extraños y empieza a arrastrarse por el lodo y regurgita lo que a mí me parece una especie de pulmón. Oigo al francés que me invita a no retroceder tanto en el tiempo.
Estoy flotando en un líquido viscoso y me chupo el dedo. Una sacudida me saca de ahí y un señor con mascarilla me sacude un guantazo en la espalda. El francés me dice que avance hasta el día en el que me encontré con el chino en el urinario.
Tengo doce años y estoy haciendo pis en el retrete de una estación. Un chino me mira desde el retrete de al lado. Me dice que en su casa tiene muchos juguetes y que me tratará muy bien. Me asusto y salgo corriendo. Me doy contra la puerta del servicio y empieza a sangrarme la nariz. Entra otro chino y se pone a insultar al primero. Las carcajadas del francés interrumpen el momento y me aclara que se refiere al chino anticuario. Haber empezado por ahí.
El anticuario me escupe por haber tirado a un contenedor a su mascota diabólica. Le pregunto que dónde está el DragóN FucsiA. Se chuta una calada de opio. Me invita a una. Sabe como a mora. Me río y empiezo a pensar en lo difícil que tiene que ser meter un barquito en una botella. Media hora más tarde, recuerdo que no me ha contestado y me río otra vez. Vuelvo a preguntarle por el DragóN. Me cuesta vocalizar y el anticuario me mira con cara de chino. Decido llamarle JuaN. JuaN, -le digo- ¿dónde está el TragóN RusiA, pillín? El viejo se ríe y me suelta: Todos buscamos algo en esta vida. Pero lo importante no es si lo encontramos o no, sino aquellos a los que conocemos en el camino. Y sigue fumando.
Estupendo. Juanito, o me dices dónde está el BribóN MustiA, o la tenemos. Que siga a mi corazón, me suelta el acertijo con patas. Me he cansado del rollo pequeño saltamontes y le amenazo con llamar a inmigración. El chino se ríe y me dice que el que no tiene papeles allí, soy yo. Me da una galletita de la suerte y se marcha. Me deja la pipa de la paz para que me fume lo que queda. Como tengo prisa, me lo fumo de un tirón. Me pongo a cantar Una cucharada de azúcar y cuando descubro que mi bolso no es como el de MarY PoppinS, me mareo y me quedo dormido en la taza del váter.
Ya está.
El francés me dice que qué hay en la galletita de la suerte. Rebobino y me veo a mí mismo comiendo la galleta. Sabe a rancio. Hay un papel dentro. Lo descubro porque me atraganto con él. Tiene una dirección. Está borrosa. Ya lo leeré cuando se me pase el colocón.
El francés está satisfecho. Cuando cuente tres, me despertaré y le diré dónde he guardado el papelito.
Un. Deux. Trois.
Nada.
Un. Deux. Trois.
Sigo con la cabeza dentro del váter.
Un. Deux. Trois.
Empiezo a preocuparme.
Un. Deux...
Es evidente que los numeritos no sirven de nada.
Prueba en siete idiomas diferentes, pero continúo a medio palmo del agüilla residual del retrete.
Creo que tenemos un problema.
ContiNuarÁ
2 Comments:
Yo: como podrás ver por los comentarios, sigo las aventuras "del dragón"...Tanta regresión le va llevar a nuestro héroe a no saber ni quién es él ni de dónde viene ni adódnde va...bueno, como la vida misma. Hasta la próxima. YO.
¡Es genial,Fox! Me encanta leerte. La historia es una locura pero engancha como un anzuelo. Espero que el dragón merezca la pena porque sino me extrañaría que ese pobre hombre no la emprenda a tiros con todo lo que se mueva. ¡Ja ja ja! Un besazo.¡Y no dejes de escribir!
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