En busca del DragóN FucsiA. Cuarta parte (y subiendo).
"El mejor guía que puede usted tener" dijo la morenaza llamada RodrigO y me dio el pingüino este. Desde luego de no ser por él, jamás me hubieran sometido a tortura dos veces. Una igual, pero dos, jamás. Sin duda tengo mucho que agradecerle. Le compraría una joya pero no creo que AlbertO sea mucho de joyas y además, para eso tendría que pedirle a la banda de forajidos ciegos que nos atracó gentilmente a la entrada de la catedral verde que me devolviese la cartera.
DÍA 4
Resulta que la catedral verde no es una catedral verde sino un edificio del ministerio de no sé qué. Llevamos trece horas de una ventanilla a otra. Al menos las sillas de hierro oxidado son cómodas. AlbertO ha entablado amistad con un anciano que lleva esperando desde que quedó huérfano con cinco años y yo ya no sé en qué emplear mi tiempo.
Supongo que debe de ser realmente complicado realizar la operación que hemos solicitado. "¿Me puede usted decir cómo llegar a la posada del PatO HipotecadO?". "Sí, cómo no. Hable con mi compañera, ella sabrá indicarle". Dieciséis compañeras después me dicen que el que lleva lo del PatO está de baja por ansiedad y que me atenderá un becario en cuanto termine de cultivar los granos de café para toda la plantilla. Y aquí estoy.
Inmerso en el más profundo aburrimiento experimento un flashback; que es lo que dicen los ingleses cuando quieren referirse a que uno va y recuerda algo.
Yo era un tipo normal, con mi trabajo normal, mi sueldo de esclavo moderno y con una mujer a la que yo llamaba CositA y ella no me llamaba nada. Vivía en una de esas ciudades que apestan a humo, a sudor y a una cosa rara que nunca he sabido determinar. Mi futuro era tan gris que parecía negro sucio. Así que, asumiendo mi feliz destino, me daba a la bebida día sí, día también. Así, como por norma, todos los días ingería trece copas de mosto rojo y una gotita de coñac. Pero un día alguien confundió las proporciones y la gotita de mosto pesó menos que las trece copas de coñac. Así fue como terminé en el muelle de la ciudad hablando con un Lobo de maR con cara de BélmeZ y a punto de sufrir un infarto. El viejo, en su agonía, se sacó un papel del orto y me lo dio después de besarlo. "Busca el DragóN FucsiA" dijo. Después me vomitó en la cara y se quedó tieso.
Como no me enteré de nada volví a mi casa y se lo comenté a mi mujer. Muy comprensiva ella, me llamó despojo de la tierra y se puso a roncar despierta. Tras media hora de serenata, le di un beso en el bigote y me marché en busca del lagarto ese. Cuatro horas de caminata más tarde me acordé del papel que me había dado el Lobo de maR y descubrí que era un mapa. Tal vez eso me ayudaría a concretar la búsqueda.
Según el pergamino hediondo que tenía en mis manos, lo primero que debía hacer era coger un autobús en la PlazA de EspañA. Como la línea concreta no se veía bien, cogí todos los que pasaban por la PlazA. Cuando ya estaba amaneciendo, un minibús con el techo de madera y las seis ruedas de acero, apareció como de la nada y se paró justo en frente de mí. Lo que me sorprendió bastante porque en frente de mí había un árbol y un parterre. El conductor abrió la puerta, me insultó por no pisar el césped y me obligó a subir.
Día y medio después llegamos a la última parada. Como me había dormido desde que arrancamos, no puedo especificar cuál fue la ruta que seguimos. El caso es que aparecí en un prado de hierba azul cenicero y me puse a andar en busca de la siguiente equis del mapa; la posada del PatO HipotecadO. Debido a la resaca de la noche anterior y a las legañas del viaje posterior, cogí el mapa al revés y no me di cuenta hasta llegar a la casita roja donde vivía la morenaza que se llamaba RodrigO. Luego conocí a AlbertO y cuatro días más tarde aparecimos aquí.
Fin del flashback.
AlbertO me despierta de un graznido y me sugiere que empiece a correr hacia la salida. Al parecer nos han atendido antes que al anciano huérfano y no le ha sentado demasiado bien. AlbertO debería entrenar su sistema locomotor porque tengo que pararme cada cinco pasos para desestamparle de una pared. Cuando llegamos a la calle, le pregunto hacia dónde tenemos que ir. AlbertO me mira con cara de pingüino y me contesta con un "que a qué me refiero".
Afortunadamente pasa un taxi un instante antes de que ejecute a AlbertO y nos conduce a la posada del jodido PatO. Como no tengo dinero para pagar la carrera, tengo que limpiarle el salpicadero. AlbertO me ayuda dirigiendo la operación desde un árbol. Un minuto antes de que la luna se cubra por un eclipse termino el favor y llamamos a la puerta de la posada.
Que cuál es la contraseña, que si no, no pasamos ni el loro ni yo. Yo le explico al portero unineuronal que lo que tengo a mi lado es un pingüino y que se llama AlbertO. Pero eso no parece servir de mucho. Que o la contraseña o adiós muy buenas. Miro el mapa pero no hay contraseña ninguna.
Me cago en el DragóN FucsiA.
ContiNuará
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