1978
Aún sabiendo que es el día en el que uno es más propenso a echar la vista atrás y sentir un inexplicable vacío, tiendo a pasarlos encerrado entre cuatro paredes.
Una de las personas que más admiro bajaba las escaleras del metro sin que yo pudiera hacer nada más que fingir una sonrisa que ocultase mis lágrimas. Lo malo de las buenas visitas es que duran demasiado poco.
Me queda la satisfacción de haber compartido con él una noche de recuerdos y sueños. Nuestros zapatos caminaban a la vez. Él me hablaba de 1978 y yo lo observaba tratando de capturar ese momento en mi memoria. Como una fotografía a la que recurrir cuando más lo necesite.
Veintisiete años después volvía a pasear por Recoletos. Y en su cabeza se disparaban instantes que desaparecieron hace mucho. Se perdía por las calles en las que una vez juró hacer feliz a una mujer.
Lamentaba haberse hecho mayor demasiado pronto. Me preguntó si yo era feliz. Me recordó que lo importante era luchar por los sueños de cada uno. Hablamos de la amistad, del amor, de Madrid, de teatro, de putas, de señoras, del cáncer, de mis amigos, de los suyos, de su mujer, de mi madre, de la luna, de la soledad.
Ayer era la noche de las despedidas. Conté siete grupos de mujeres disfrazadas de siete formas distintas. Diciendo adiós a la soltería de sus siete amigas. Todo me recordaba a ella.
Al llegar a casa, preparé dos copas. Las llenamos de vodka y pensé en ella. Sonreí y después suspiré por no poder besar su pelo.
Él me preguntó si estaba bien. Yo asentí. Brindamos. No te enamores nunca me dijo. Ya es demasiado tarde contesté. Nos reímos. Estás jodido respondió.
¿Cómo supiste que la querías? Se encogió de hombros y me devolvió la pelota. Por un momento me frené por ser quien era. Luego bebí un sorbo y traté de explicárselo.
Tu madre se reía mucho conmigo. Le parecía ingenioso y divertido y ella era la persona más capaz del mundo.
Me sentí tocado.
Cambiamos de tema. Si yo fuese él, hace un año que estaría casado.
Terminó su copa y me dió las buenas noches.
Acaba de llamarme. Ya se ha bajado del autobús. Los dos nos alegramos de haber pasado el fin de semana juntos.
Yo sigo echándole de menos.
Y no sólo a él. hace media hora desde que he lanzado el teléfono contra el sofá. Es cierto que estoy jodido. No te enamores nunca. Parece fácil.
Maldito nudo en el estómago. Maldito teléfono. Maldita obsesión. Malditos domingos.
1 Comments:
chulo el relato
echale un vistazo a estos videos ¿realidado o ficción?
http://www.youtube.com/strangeexperiments
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