En busca del DragóN FucsiA. Parte segunda.
Alguien debería decirle a AlbertO que en Oxford las vivisecciones no las preparan los pingüinos y que probablemente su hijo no llegará nunca a arrojar el birrete. Pero no me atrevo. Además no podría hacerlo. Llevo cinco horas con un plátano en la boca y eso dificulta mi vocalización.
DÍA 2
La pelirroja es excepcionalmente hospitalaria. Nos invitó a su casa subterránea y nos ató, a mi amigo forzoso y a mí, a dos sillas. Una frente a otra. Se marchó hará dos horas y, preocupada por nuestra higiene dejó dos grifos levemente abiertos para que una gotita helada caiga sobre nuestras cabezas cada minuto exacto. AlbertO comenzó a cantar AsturiaS patria querida hace media hora. Me temo que tal vez haya perdido ligeramente la chaveta puesto que nunca ha estado en AsturiaS.
Agradezco el interés de la pelirroja por nuestra comodidad pero ya me he cansado del pic poc y decido zafarme de las ataduras. Me retuerzo y muevo las manos con extraordinaria habilidad. Nada. La cuerda no se ha aflojado ni un ápice. Al menos he logrado que la gota me caiga directamente en el tímpano. Mucho mejor.
AlbertO comienza a escanciar un líquido verdoso que reposaba en un orinal de la estancia. Me invita a un trago. El puñetero pingüino ha logrado desatarse. No entiende lo que le digo. Claro, tengo un plátano en la boca. Con tremendo esfuerzo, mastico la fruta y me la trago. Una vez hecha la digestión, dos horas después aproximadamente, le comento si podría quitarme las cuerdas.
Había olvidado que AlbertO es cojo y además es un pingüino. Ambos detalles dificultan nuestra fuga. También había olvidado que el goteo constante había logrado desquiciarlo, así que cada cinco pasos exactos, AlbertO se empotra contra una pared. Finalmente obtenemos nuestra libertad. En la calle hace frío. Necesitaremos un transporte para lograr aventajar en distancia a la pelirroja por si le diera por perseguirnos. AlbertO tiene una idea. La tiene pero no la comparte. Se marcha haciendo eses y me deja tirado.
Cinco horas más tarde, el pingüino regresa. Le abrazo y lloro de emoción. Después le pego un puñetazo en el estómago por abandonarme. Cuando se repone me explica que ha estado dando vueltas en círculo en busca de algún aldeano que pudiese ayudarnos. "¿Y bien?", pregunto. AlbertO silba y una mujer aparece detrás de un plátano -el árbol, no la fruta-. Es la pelirroja. "Nuestra ayuda" sentencia AlbertO orgulloso.
La gota ahora cae cada treinta segundos y dieciséis centésimas, lo que dificultará el cálculo horario. Ahora es AlbertO quien tiene un plátano en el pico. A mí me han puesto un esturión. Interesante cambio de papeles. Lo peor de todo es que yo no me sé el AsturiaS patria querida.
Por cierto; ni rastro del DragóN FucsiA.
CoNtinuarÁ
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