23 junio 2007

En busca del DragóN Fucsia. Quinta parte (dos días en uno)

*Viene del post anterior. Por su estabilidad craneal, comience a leer desde entonces.

Sólo existen dos razones por las que continúo permitiendo que AlbertO me acompañe. La primera es que huele bien, y eso siempre es de agradecer, y la segunda que a veces hace cosas como esta.

DÍA 5

Mira al portero. El portero le mira a él. Yo miro a un señor que fuma en el descansillo y el señor no mira a nadie. AlbertO se pone gallito y le explica amablemente al portero que o abre la puerta o no responde de sí mismo. El portero se ríe como si le hubiesen contado el mejor chiste de su vida y busca complicidad en mí. Yo me encojo de hombros y le sugiero que haga caso al bicho.

AlbertO comienza a piar y a aletear como un degenerado mientras grita que tiene una bomba en el zapato y un tenedor en el bolsillo. El portero no hace nada. Yo le aclaro que AlbertO es un excelente tirador de tenedores. Nada. AlbertO se detiene en seco y entonces se le iluminan los ojos. Yo empiezo a pensar que de allí sólo nos sacan en ambulancia y entonces AlbertO va y dice muy serio; ¡gordo babeante!. Asumo mi calidad de futuro inválido y retrocedo un paso. Pero resulta que no es un insulto. Que al portero en cuestión lo llaman así. Bueno, ahora sólo es GordO -aclara- lo de BabeantE quedaba muy largo y poco específico. No entiendo por qué. GordO, que al parecer era amigo del primer dueño de mi acompañante, nos deja pasar y le pide a la camarera que nos ponga dos DiamanteS VerdeS bien cargados.

DÍA 6

Jamás me había desmayado antes de terminarme una copa. El dichoso DiamantE VerdE es un combinado de todos los licores que existen en el planeta más unas gotitas de tabasco y una pequeña dosis de carne de cerdo picada.

Me despierto espatarrado en una silla. Un señor con una fregona me está fregando la cara. Deduzco que estoy boca abajo. Me incorporo y pregunto dónde está el lavabo. No responde. Comienzo a caminar por la posada en busca del retrete y me tropiezo con una bolsa de basura. No es una bolsa de basura, es AlbertO que duerme con el pico pegado al suelo. Tras localizar el váter y hacer uso indiscriminado de él, rebusco en mis bolsillos y saco el mapa.
La siguiente equis no es una equis sino una oración simple; "preguntar por MarietA". Como no especifica más, voy a la barra y pregunto por MarietA. Una masa de carne con pelo por todo el cuerpo menos en la cabeza me responde con un gruñido. Tardo aproximadamente dos minutos en procesar la información. Al parecer MarietA ya no trabaja allí.

Un nuevo revés que no me sorprende demasiado. El camarero sobredimensionado me aclara que es una broma. Yo me río por no insultarle y aguardo a que me señale el lugar en el que se encuentra la dichosa señora. El camarero no dice nada más. Trago saliva e insisto. Creo que se ha quedado dormido. Entonces examino con detenimiento la taberna y descubro que hay, además de un escenario y restos de diversas sustancias líquidas y no tan líquidas por el suelo, unas escaleras que suben hacia algún sitio. AlbertO sigue babeando en el suelo así que decido subir yo solo.

La planta de arriba es un pasillo. A cada lado hay varias puertas de color rosa y una roja al final del todo. Por algún motivo que se me escapa llamo a la roja. Una vocecita responde al otro lado que espere un minuto. Trescientos minutos después, la puerta se abre. Me he quedado dormido en el recibidor y un piececito me zarandea. La voz me explica que tenía que arreglarse un poco. Me levanto y entro. Parece un camerino. Al fondo, una mujer de metro sesenta y vestida con un camisón negro como su cabello me saluda agitando un pañuelo rojo. Todo se mueve a cámara lenta y en mis oídos suena I will always love you de WhitneY HoustoN. Me invita a sentarme y yo le invito a casarse conmigo.
La casualidad quiere que se llame MarietA y que yo me quede con cara de haz conmigo lo que quieras. Tres horas más tarde me acuerdo de lo que he venido a hacer aquí y sigo el siguiente paso del pergamino con olor a culo. Le pregunto así, sin rodeos ni circunloquios, dónde puedo encontrar el DragóN FucsiA. Ella sonríe y yo me río como un lerdo. Me pregunta si voy ligero de equipaje. Le respondo que sólo llevo un pingüino pero que anda solo.

Se levanta de un brinco y tras icorporar a AlbertO tres veces del suelo, darle café con sal y repetirle que yo también soy su amigo y que agradezco que me quiera tanto, nos vamos los tres en busca del DragóN FucsiA.

ContiNuarÁ