13 mayo 2007

1978

Malditos domingos.
Aún sabiendo que es el día en el que uno es más propenso a echar la vista atrás y sentir un inexplicable vacío, tiendo a pasarlos encerrado entre cuatro paredes.
Una de las personas que más admiro bajaba las escaleras del metro sin que yo pudiera hacer nada más que fingir una sonrisa que ocultase mis lágrimas. Lo malo de las buenas visitas es que duran demasiado poco.


Me queda la satisfacción de haber compartido con él una noche de recuerdos y sueños. Nuestros zapatos caminaban a la vez. Él me hablaba de 1978 y yo lo observaba tratando de capturar ese momento en mi memoria. Como una fotografía a la que recurrir cuando más lo necesite.


Veintisiete años después volvía a pasear por Recoletos. Y en su cabeza se disparaban instantes que desaparecieron hace mucho. Se perdía por las calles en las que una vez juró hacer feliz a una mujer.

Lamentaba haberse hecho mayor demasiado pronto. Me preguntó si yo era feliz. Me recordó que lo importante era luchar por los sueños de cada uno. Hablamos de la amistad, del amor, de Madrid, de teatro, de putas, de señoras, del cáncer, de mis amigos, de los suyos, de su mujer, de mi madre, de la luna, de la soledad.


Ayer era la noche de las despedidas. Conté siete grupos de mujeres disfrazadas de siete formas distintas. Diciendo adiós a la soltería de sus siete amigas. Todo me recordaba a ella.


Al llegar a casa, preparé dos copas. Las llenamos de vodka y pensé en ella. Sonreí y después suspiré por no poder besar su pelo.


Él me preguntó si estaba bien. Yo asentí. Brindamos. No te enamores nunca me dijo. Ya es demasiado tarde contesté. Nos reímos. Estás jodido respondió.


¿Cómo supiste que la querías? Se encogió de hombros y me devolvió la pelota. Por un momento me frené por ser quien era. Luego bebí un sorbo y traté de explicárselo.


Tu madre se reía mucho conmigo. Le parecía ingenioso y divertido y ella era la persona más capaz del mundo.


Me sentí tocado.


Cambiamos de tema. Si yo fuese él, hace un año que estaría casado.


Terminó su copa y me dió las buenas noches.


Acaba de llamarme. Ya se ha bajado del autobús. Los dos nos alegramos de haber pasado el fin de semana juntos.


Yo sigo echándole de menos.


Y no sólo a él. hace media hora desde que he lanzado el teléfono contra el sofá. Es cierto que estoy jodido. No te enamores nunca. Parece fácil.


Maldito nudo en el estómago. Maldito teléfono. Maldita obsesión. Malditos domingos.

06 mayo 2007

Las musas de vacaciones y yo tirado en mi sofá.

Llevo horas mirando la pantalla blanca.
Ella me mira a mí. Después de la primera hora sin decirnos nada, ella bosteza y yo miro mi reloj. Como eso de los bostezos se pega, yo hago lo propio.
¿Qué? -me pregunta a las tres de la mañana-.
No sé muy bien qué decir, así que me encojo de hombros.
No podemos estarnos así toda la noche -añade alas tres y cuarto- ¿Piensas escribir algo o me puedo ir?
Como no puedo admitir que mi mente tiene el mismo color que ella, escribo.
Salón Chalet. Int. Día.
Y ya. Así seguimos veinte minutos más.
Hijo... Deberías irte a la cama -suspira- Sabes tan bien como yo que hoy no es tu noche.
Para que se sienta útil, pulso supr y corrijo.
Salón Chalet. Int. Noche.
Las cinco de la mañana. Me pongo otro vodka. Me fumo el cigarro número dieciocho. Salgo a la terraza. Me siento en el sofá. Rebusco en internet y me bajo el programa de Milenio 3 de esta noche. Suspiro. La pantalla blanca se ha quedado dormida. Amenazo con cerrarla y despierta. Aún tiene baba colgando.
He matado dos cucarachas en el baño -le comento emocionado-.
¿Por qué había dos cucarachas en el baño? -pregunta con cara de asco-.
No lo sé -admito-. Les he vaciado medio spray insecticida encima y se han retorcido durante un par de minutos. Después han dejado de moverse y las he tirado por el váter.
...
Creo que la pantalla me odia.
¿Puedo saber que pasa en el Salón Chalet. Int. Noche.? -pregunta a las seis menos cuarto de la mañana- te juro por Dios que puedo pegarme un tiro si no me lo dices.
Ahora soy yo el que bosteza. La pantalla confirma que es imposible mantener la boca cerrada si ves a otro abrirla. Después se enfada y no responde.
Esta apicación no responde. Finalizar Tarea / Cancelar.
Finalizo y busco una nueva pantalla en blanco. Me amenaza con colgarse si no escribo. Son las seis y media de la mañana y no quiero quedarme solo.
¿Ya estás contenta? Ahora te toca hablar a ti.