En busca del DragóN FucsiA. NY. 6th chapter.
La espera se aguanta si la recompensa merece la pena. Si el resultado no es el esperado, puede que nuestra reacción provoque consecuencias inesperadas.
9 DÍAS DESPUÉS
La comida china tardó una semana en llegar. Se ve que el número del restaurante pertenecía a un local de NeW JerseY y el motorista que debía traerla se perdió varias veces antes de encontrar la dirección. Cuando abrió la puerta, aún tenía el casco puesto. AlbertO se lanzó a por él con hambrientas intenciones. Sujetamos al pingüino. No nos convenía que se comiera al chino antes de que éste tradujese la nota.
Invitamos al repartidor a pasar a la sala de la forma más amable posible. MarietA lo cogió de los pies y yo de los hombros. SuS lo ató a una silla -se nota que tiene experiencia en esas cosas-, mientras AlbertO preparaba un cuchillo y un tenedor.
El chino no comprendía nada y se limitaba a sacudir la cabeza enfundada en el enorme casco verde. Tres horas de interrogatorio más tarde, seguíamos sin sacarle ni una solo palabra. Finalmente, AlbertO sugirió que quizá con el casco puesto no oía lo que le decíamos, así que procedimos a su extracción.
¡No era chino! El tío era suizo y había dos razones por las que no nos decía nada. La primera es que un suizo no tiene por qué saber chino y la segunda que no respiraba. SuS se había emocionado atando al chaval y puede –remota posibilidad ésta- que el trato que le habíamos dado, pudiese haberle ocasionado un paro cardiaco del miedo que tenía. Lo que también explicaría que se hubiese meado en los pantalones.
MarietA se ofreció a reanimarlo, pero me negué por la simple razón de que esos labios sólo los quiero para mí. Los de MarietA, no los del suizo. Así que coloqué al pingüino a realizar la tarea y aproveché que SuS había ido al baño a vomitar por la culpabilidad que le asediaba, para hablar con mi amada y aclarar de una vez por todas qué demonios había entre los dos.
Tardé aproximadamente una hora en pronunciar una frase a derechas. MarietA me miraba como si fuese un niño retardado el que le hablaba. Al fin, logré preguntarle si quería ser mi novia. Inexplicablemente, a una pregunta tan sincera, ella rompió a reír y yo me hice de vientre -sólo un poquito- en los calzones.
Me dijo que eso de las novias ya no se llevaba, que ahora es todo más abstracto. Si nos apetece, estamos y si no, pues no estamos. Yo le pregunté que en que se diferenciaba eso de un matrimonio de los de antes. Y ella volvió a reírse. Supongo que la diferencia es que a un matrimonio de los de antes, ahora nunca le apetece estar. Así que, volví a plantear la pregunta de forma que la niña lo entendiese.
Le dije que desde que la vi la primera vez, se me había clavado su cara en el cerebro y que eso de clavar cosas en lugares tan sensibles, duele lo suyo. MarietA me miró en silencio durante un segundo que a mí me pareció un mes y ahondó en un asunto que yo esperaba que no llegase nunca.
-¿Y ese anillo que llevas?-preguntó, señalando con su mirada a la alianza de mi dedo.
Entonces, me vi obligado a explicarle la situación en la que me encontraba antes de que toda esta locura diera comienzo.
La mujer a la que yo llamaba CositA y ella no me llamaba nada, había sido mi esposa. Lo cierto es que nunca habíamos sido de esas parejas que, ¿cómo decirlo?, que se casan por amor. Supongo que éramos lo mejor que habíamos podido encontrar el uno para el otro y al final, nos habíamos acostumbrado.
El caso es que, un día decidimos divorciarnos y así lo hicimos. El pequeño problema es que ninguno de los dos teníamos un duro para comprar, alquilar u ocupar otro piso y nos veíamos obligados a vivir juntos y dormir en la misma cama. Si alguno de los dos conocía a alguien y la cosa iba a mayores, el otro dormía en el sofá, con unos tapones en los oídos. Lo cierto es que siempre era yo el que hacía uso del sofá.
-Aún no me has respondido- dijo insistente- ¿Y ese anillo?
En un principio me quedé mirándola preguntándome si era sorda o simplemente no me había escuchado. Lo que por otra parte, empezaba a resultarme habitual cuando mi interlocutor era una mujer.
-Me refiero a que si tu mujer y tú ya no estáis juntos, ¿por qué continúas llevando la alianza? -aclaró.
La respuesta era sencilla, pero podía resultar un tanto inverosímil. Mis dedos habían engordado y el anillo parecía haber encogido, así que quitármelo resultaba tarea imposible. MarietA se quedó de nuevo en silencio. Algo que empezaba a incomodarme demasiado. Después sonrió y se limitó a decirme que cuando lograse quitarme el anillo, ella quizá se plantease la posibilidad de darme besos de vez en cuando. Dado que eso era lo máximo que podía conseguir por el momento, asentí y me fui por donde había venido.
AlbertO interrumpió mi agonía ofreciéndome una perspectiva menos alentadora si cabe. El suizo estaba muerto.
En un principio, se nos ocurrió cerrar la puerta por fuera y -nunca mejor dicho- cargarle el muerto al francés, ya que esa era su casa. Pero después recordamos que, al pedir la comida china, SuS había dado sus datos personales. Después del 11-S, los datos personales consistían en: nombre, apellidos, domicilio, número de cuenta, datos bancarios y fiscales, grupo sanguíneo, ascendentes, descendientes si los hubiera y antecedentes policiales si los hubiera -que siempre los hay, quieras, o no-.
La segunda opción fue cargarle el mochuelo a SuS, pero MarietA me miró como diciendo, si se te pasa por la cabeza una idiotez como esa otra vez, olvídate del trato. Así que aquí estamos. Esperando a un contacto de SuS que sabrá como deshacernos del cadáver pagando una módica cantidad.
Llueve y el suizo empieza a oler a oveja enferma.
ContiNuarÁ
1 Comments:
YO: Leído este nuevo capítulo solo puedo comentar que espero con muchas ganas la continuación de tan "grandiosa" aventura, así como de su muy, muy, pero que muy lejanísimo final...Como siempre,YO.
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