30 abril 2007

Cascabelera y feliz

Ella, empeñada en los dos patitos, ya tiene veinticinco.
La libertad de una niña a la que se le iluminan los ojos cuando ve que algo le espera envuelto en cuché rojo.

La sonrisa convertida en carcajada.

¡Y otra vez a morderse el labio inferior conteniendo la felicidad que se le escapa por los pies!

Seria y responsable cuando debe. Loca de desatar el resto del año.

Todo dientes y ojos verdes y brillantes.

Se acurruca. Se despierta. Salta. Corre. Se cansa. Descansa y aprovecha para encenderse otro. Levanta su jarra. Guiña un ojo y tuerce la comisura izquierda de su labio -no sabe hacerlo de otro modo-.

Ella se muerde el labio y yo le tiro de la oreja.


¡Muchas facilidades, CANDIDA!

26 abril 2007

Cuando seas mayor

Papá... ¿por qué a veces las palabras que quiero no son las que salen por mi boca? Será que no cofías en ellas. Papá... ¿Es malo tener miedo? Supongo que no. Pero papá... a mí el miedo me hace ser otra persona. ¿Y cómo es? No sé... Diferente. Me prefiero a mí.
Pues no dejes de ser tú.


...


Papá. ¿Sí? ¿Tú me quieres? Claro que te quiero. ¿Pero me quieres porque eres mi papá o porque me lo merezco? Es imposible no quererte. Quien no te quiera es que no te conoce. ¿De verdad? De verdad. Entonces, tener miedo es malo. Porque nadie puede querer a esa otra persona que sale cuando tengo miedo. ¿Pero de qué tienes miedo? De no saber como responder a la gente que me habla. ¿Y cuando te pasa eso? Cuando me habla gente más mayor, o más lista, o más divertida, o gente que me importa y quiero agradarla. Escúchame bien. No puedes tener miedo a ser tú. Como si es el Papa de Roma el que te habla, si no le gusta como eres que se joda. Has dicho un taco.


Papá... A veces necesito hablar con algunas personas para sentir su cariño pero no tengo nada que contarlas y tengo miedo a que esas personas se aburran y no me den su cariño y entonces me entrarán los nervios en la barriga y entonces dejarán de quererme porque no soy interesante y les hago bostezar y prefieren hacer cualquier cosa antes que estar conmigo y como eso me da miedo, se me revuelve la tripa y no salen las palabras que yo quiero sino otras más tontas y sólo los tontos dicen tonterías.


...


¿Papá? Cariño, coge el teléfono y pregúntaselo a tu madre.



Y resultó que los adultos no lo saben todo. Que también tienen miedo y que crecer no siempre hace que veamos las cosas más claras. Y que hasta el Papa de Roma ronca por las noches y a veces le huelen los pies y se tira pedos y que a Einstein le suspendieron en Matemáticas y que nadie es tan listo para no equivocarse y que las mamás tampoco lo saben todo y que un día igual llego a ser presidente o astronauta o alcalde o igual no.


Y que lo malo no es tener miedo, que lo malo es no saber cerrar los ojos, respirar muy profundo y volver a levantarse.

15 abril 2007

Próxima parada... ¿qué más da?

Un día grandioso. De esos que hacen falta cuando estás a punto de estrellar la locomotora contra una pared. Gracias a no tener absolutamente nada que hacer, me he perdido por calles que ni siquiera conocía. En la mochila, tan sólo una de esas cajitas mágicas que permiten que la música te envuelva durante tres horas ininterrumpidas.

Supongo que a fuerza de frecuentar siempre los mismos lugares y dejarme absorber por la gran burbuja que es la rutina, había perdido la perspectiva sin saberlo. Mi cara, mis puños y mis pies chocaban constantemente contra sus paredes y eso provocaba que se hiciese más y más pequeña.


Caminar solo durante horas descubriendo lugares a los que siempre quieres ir pero careces de tiempo te hace ver las cosas de otra forma, más pura. Eres tú frente a un mundo que se abre de par en par con cada paso que das.


La vida es mucho más que cinco horas preparándote para un futuro que aterra porque no lo puedes tocar, mucho más que pensar en lo que vas a comer cada día y desde luego, mucho más que meterte en la cama dejando atrás un día agotador pero igual al siguiente y al anterior.


Tal vez, mañana vuelva a darme de bruces contra las cuatro paredes de siempre y la vida planificada al milímetro haga que me olvide de la lluvia salpicando mi cara; de los palacios centenarios y del maravilloso sabor de la libertad del que no sabe dónde va y le da lo mismo; pero hoy me siento especial. Y eso es lo que cuenta.


Lo grito a los cuatro vientos; probad esa sensación si es que no lo habéis hecho ya, porque es única. Descubriréis que los problemas, del tipo que sea, son sólo una pequeña, diminuta parte de vuestro caminar.


Saludos a la Luna (siempre está ahí aunque las luces y la contaminación de la gran ciudad luchen por ocultarla sin éxito).