31 mayo 2006

YO no MATÉ A KENNEDY

30 mayo 2006

Descanse usted en paz

Un buen amigo mío, que dice que conoce a un tipo que quiere hacer no sé qué con su novia, me dijo una vez: te saldrán mal diez millones de cosas. Pero jódete y aprende, date caña y no te caigas si te va mal. Aprende a joderte. No te des tiempo para darte lástima.

Lo asumí y le hice caso. Creo que es un buen consejo.

Un chaval, que no se parece en nada al que era cuando le conocí -y eso es más que bueno-, me decía el sábado en una furgoneta: cuando te pregunten qué tal estás, responde siempre que de puta madre. Si el que os pregunta os quiere, se alegrará y si os odia, se va a joder.

Alguien que cada día se parece menos al que era cuando le conocí -y eso es más que malo-, hace tiempo que no me dice nada. Lo único que recuerdo es: debes aprender a pensar en ti mismo. No dependas de nadie. Eso te hace débil.

Y es cierto, en parte. Sólo si la dependencia no es mutua.

El caso es que todos estos consejos no dejan de tener sentido en la vida. Y si no, que se lo pregunten a toda la plantilla de un periódico de la tierra del vino. Todos a la calle. Los que ponen la pasta han decidido que no ganan lo suficiente con el proyecto. Y eso que en un año y medio de vida han superado con creces los mínimos previstos para los primeros veinticuatro meses.

Abrió con prisas y cierra perdiendo el culo.

Yo le pregunto a uno de los redactores, ¿por qué no lucháis por ello? Tenéis unos derechos y los empresarios más que obligaciones. Deben seguirse unos trámites para que un negocio cierre. No puede hacerse así. No se puede cerrar tan alegremente. Si no, estábamos todos jodidos.

Y lo estamos.

Les han asegurado que, al cierre, se llevan lo propio de un despido improcedente y un poco más. Así nos callan la boca. Así nadie tiene ganas de ir a juicio, alargar la situación un par de meses y no ver un duro.

Por favor, si hasta se autocensuran páginas de rebeldía por si acaso les retiran lo poco que les queda.

Claro que da igual que protestes, tienes a cincuenta mil recién licenciados que, lejos de luchar por unas condiciones laborales justas, harán tu trabajo por unas migajas.

Así nos va. Nadie mueve un testículo por cambiar las cosas. Hay en juego demasiadas cosas y no compensa. Y así, la cosa va a peor. Cada vez son más lo periodistas que trabajan como autónomos, cobrando una mierda, currando como hijos de puta y sin poder permitirse unas vacaciones porque nadie se las paga.

Era un buen proyecto. Con gente que se dejaba los cuernos cada día. Que disfrutaba trabajando. Que se quería. Cosa que no entienden los de arriba. Si de ellos dependiese, pondrían a un mostrenco con un látigo descarnando la espalda a cada uno que sonriese perdiendo así un minuto de apretar teclas. Mejor jodidos que contentos. Así, según ellos, se trabaja mejor.

Dan ganas de llorar, de gritar o de escupir a la cara del patrón. Claro que uno solo está jodido.

Aún así, lo dicho. Nos va de puta madre.

26 mayo 2006

I´m still alive!

¡No me morí!

El avión se meneaba como la termomix pero siguió volando hasta que posó sus delicadas ruedas de camión elefantiásico en el suelo. No besé el suelo porque, al contrario que el avión del Papa, los vuelos comerciales se empeñan en mantenerte separado del suelo hasta que llegas a la terminal.

El caso es que llegué a casa sano y salvo. ¡Y con un premio bajo el brazo! En mi ausencia, nos habíamos convertido en los mejores realizadores de radio de ficción del panorama internacional. Ya ves, y ni siquiera hemos salido en la prensa. Ni en el tomate. Ni siquiera en el teletexto. Aún no nos han llamado de ninguna radio. Nuestra pequeña joya no es famosa. Cero descargas en La Mula. Pero da igual, soy feliz.

Y así sigue mi vida.

Ya sé que no viene a cuento pero, ¿qué creéis que pasaría si se descubriese que Jesucristo tenía pelos negros y gruesos como lanas en los dedos de los pies? Imaginaos por un momento que vivís en la Galilea del año 3o, lo tenéis delante y mientras os cuenta una parábola la mar de ingeniosa, no podéis dejar de mirar sus pelos de erizo. Adiós al mito, ¿no?

En fin, son cosas que se me ocurren.

Dan Brown, piensa en ello, campeón.

18 mayo 2006

¿Es un pájaro? No, es un avión. Un inmenso y pesado avión.

Me separo del suelo a las 17:20 horas. Tres horas a tropecientos pies de altura y estaré en Londres. Un poco más que lo que se se tarda de Burgos a Madrid. Preferiría viajar drogado, borracho o dormido, pero lo más probable es que me mantenga despierto desde que se enciendan los motores hasta que vuelvan a apagarse ya en suelo británico. Me ponen malo los trastos con alas. Son muchas toneladas en cielo abierto. No hay trucos. Nada visible los sujeta. Viajo sólo así que no tendré a quién agarrarme cuando el pajarraco metálico haga cosas normales para los pilotos pero demasiado desconcertantes para un tío al que le encanta tener suelo donde pisar. No hay problema. Los pasajeros que viajen a mi lado descubrirán lo rápido que es capaz mi rostro en convertirse en una pantalla líbida. En fin. Una vez haya aterrizado, procuraré pasarlo bien y no hacer nada que ustedes no harían. O no. Nos vemos en cinco días. ¡Brighton, allá voy! Y a la vuelta lo mismo. Salud.

16 mayo 2006

Pe y Erre

P- Ocho miligramos de alquitrán, cero con seis de Nicotina y nueve de carbono.
R- Bueno, al menos no tiene calorías.

P- ¿Una copa?
R- Ni lo intentes. Tengo novio, estoy cansada y me duelen las tetas con este sujetador. Adiós, gracias por intentarlo.

P- ¿Qué iba yo a decir?
R- Pues como no lo sepas tú.

P- Cariño, ¿cuál me pongo, el malva o el burdeos?
R- ¿Cuál es el burdeos?

P- Te quiero.
R- ¿Tan pronto?

P- ¿No le vas a dar un beso a tu abuela?
R- Abuela... ya te lo he dado.

P- ¿Ya has vuelto?
R- No, sigo allí. Esto que ves es un holograma.

P- ¿Me quieres?
R- ...

P- ¿Cuántos tienes?
R- ¿Cuántos me echas?

P- ¿De quiés es ésta guarrada?
R- Es tuya, tío.

P- La documentación por favor.
R- ¿Hace ejercicio, agente?

P- ¿Me dejas pasar, bonito? Sólo llevo cinco artículos.
R- Yo cuatro, señora.

P- ¿Quién es esta?
R- Jamás la había visto, cariño.

P- ¿De qué color es la bicicleta de tu hermano?
R- Mi hermano es paralítico.

P- ¿A que es guapa mi amiga?
R- Ninguna como tú, cielo.

P- ¿Te importa si me descalzo?
R- ¿Te importa si abro la ventana?

P- ¿Has visto que horror de tía?
R- Es mi madre.

P- ¿Me dejas ver tu foto del DNI?
R- ¿Me dejas ver tus bragas?

P- ¿Y éste muermo? ¿Quién se ha muerto?
R- Mi hermano.

P- ¿Y mis gafas?
R- Las llevas puestas.

P- ¿Dónde le ves la gracia a esta gilipollez?
R- Déjalo. No está a tu altura.

13 mayo 2006

Licoloreando

Me voy de copas. Espero no echar el ron naranja antes de la media noche. Después ya veremos. Cuando lleve cinco, no me acordaré así que supongo que lo haré. Caerá un paquete de tabaco antes de llegar a las dos y mañana habléré como joaquín Luqui (o como se diga). En fin, amiguitos de la noche. Allá voy. Atadme si cantan las sirenas.

10 mayo 2006

Azufre

Y de pronto, la niebla invadió el lugar.

Era incapaz de distinguir nada a su alrededor. Sintió un sudor frío y palpó dentro de su zurrón de pinturas hasta encontrar el pequeño objeto metálico. Accionó el botón y una luz tenue surgió de la linterna. Aún así, sólo podía intuir siluetas que no reconocía en absoluto.

¿Dónde demonios estaba la pequeña cerillera? ¿Por qué ya no escuchaba sus risas? Quizá lo había logrado. Comenzó a caminar. Muy lentamente. Entonces fue cuando sintió aquel intenso olor a azufre por segunda vez en su vida. Casi no le dió tiempo a girarse.

-¿Y bien? Aquí me tienes- susurró la voz.

Tantos años buscándolo y ahora que lo tenía junto a él era incapaz de pronunciar una sola palabra.

-¿Qué quieres de mí?- insistió -Preferiría no tener que haber venido hasta aquí para nada.

-Quiero firmar- acertó a decir con voz temblorosa.

El diablo sonrió satisfecho.

-Definitivamente pintar cuadros no es lo tuyo, ¿eh?- dijo sarcásticamente- Basta con que asientas y el pacto será un hecho.

Adolf cerró los ojos y aceptó en trato. La niebla desapareció bruscamente. Frente a él, la cervecería abría sus puertas. Era un caluroso día de 1923 en Münich.

03 mayo 2006

Polvo de estrellas

La pequeña Elisa miró al cielo.

Sabía que un atardecer como ese significaba algo. Algo especial. Suspiró y cogió la maletita azul. El camino de baldosas no era amarillo. Nunca encontraría al león miedoso, ni al hombre de hojalata; ni siquiera al espantapájaros. Elisa buscaba un tesoro. Cerró los ojos, extendió los brazos y corrió guiándose por el viento. Cuanto más corría, menos tocaban sus pies el suelo. No tardó en alzar el vuelo. Su melena cobriza le hacía parecerse a una estrella fugaz.

¿Has pedido un deseo?- Preguntó Jonás a su hijo. - Debes hacerlo si ves pasar una estrella como esa.

El niño seguía la estela con los ojos muy abiertos. Por un instante, creyó ver a su hermana.

-Que seas feliz- murmuró.

Jonás dejó escapar una lágrima. Ahora sólo estaban ellos dos.

Elisa abrió los ojos. El tesoro estaba frente a ella. Se acercó temerosa. Quizá no se acordaría de ella.

-¡Cómo no voy a recordar a mi pequeña!-.

Las dos se abrazaron y una estrella brilló con más fuerza que de costumbre.