Azufre
Y de pronto, la niebla invadió el lugar.
Era incapaz de distinguir nada a su alrededor. Sintió un sudor frío y palpó dentro de su zurrón de pinturas hasta encontrar el pequeño objeto metálico. Accionó el botón y una luz tenue surgió de la linterna. Aún así, sólo podía intuir siluetas que no reconocía en absoluto.
¿Dónde demonios estaba la pequeña cerillera? ¿Por qué ya no escuchaba sus risas? Quizá lo había logrado. Comenzó a caminar. Muy lentamente. Entonces fue cuando sintió aquel intenso olor a azufre por segunda vez en su vida. Casi no le dió tiempo a girarse.
-¿Y bien? Aquí me tienes- susurró la voz.
Tantos años buscándolo y ahora que lo tenía junto a él era incapaz de pronunciar una sola palabra.
-¿Qué quieres de mí?- insistió -Preferiría no tener que haber venido hasta aquí para nada.
-Quiero firmar- acertó a decir con voz temblorosa.
El diablo sonrió satisfecho.
-Definitivamente pintar cuadros no es lo tuyo, ¿eh?- dijo sarcásticamente- Basta con que asientas y el pacto será un hecho.
Adolf cerró los ojos y aceptó en trato. La niebla desapareció bruscamente. Frente a él, la cervecería abría sus puertas. Era un caluroso día de 1923 en Münich.
Era incapaz de distinguir nada a su alrededor. Sintió un sudor frío y palpó dentro de su zurrón de pinturas hasta encontrar el pequeño objeto metálico. Accionó el botón y una luz tenue surgió de la linterna. Aún así, sólo podía intuir siluetas que no reconocía en absoluto.
¿Dónde demonios estaba la pequeña cerillera? ¿Por qué ya no escuchaba sus risas? Quizá lo había logrado. Comenzó a caminar. Muy lentamente. Entonces fue cuando sintió aquel intenso olor a azufre por segunda vez en su vida. Casi no le dió tiempo a girarse.
-¿Y bien? Aquí me tienes- susurró la voz.
Tantos años buscándolo y ahora que lo tenía junto a él era incapaz de pronunciar una sola palabra.
-¿Qué quieres de mí?- insistió -Preferiría no tener que haber venido hasta aquí para nada.
-Quiero firmar- acertó a decir con voz temblorosa.
El diablo sonrió satisfecho.
-Definitivamente pintar cuadros no es lo tuyo, ¿eh?- dijo sarcásticamente- Basta con que asientas y el pacto será un hecho.
Adolf cerró los ojos y aceptó en trato. La niebla desapareció bruscamente. Frente a él, la cervecería abría sus puertas. Era un caluroso día de 1923 en Münich.
3 Comments:
¡que weeeeeeeeno! Me ha encantado!! :-D.
Se han hecho tantos pactos con el diablo a lo largo de la historia que a lo mejor algún día, el diablo se cansa de hacer compromisos. Pero creo que no lo veremos...
Mola, pero creo recordar que tienes una historia mejor con un final similar.
ele dice: está fenomenal y aunque tengas una historia con un final similar si ese final es tuyo lo puedes usar hasta que te de la puta gana
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