19 julio 2007

En busca del DragóN FucsiA. NY. 7th chapter.

*Viene del post anterior. Por su estabilidad craneal, comience a leer desde entonces.


Mira que hay maneras de deshacerse de un cadáver. Pues nosotros tenemos que escoger la más lenta. Y segura, dicen.
21th DAY IN LA GRAN MANZANA
Una hormigonera se detiene frente a la puerta trasera del edificio. De la cabina se baja una bolsa de basura gigante con botas. Cuando llega a nuestra altura descubro que no es una bolsa de basura con botas, sino un tipo de unos cuarenta años mal llevados con un chubasquero negro hasta los tobillos.
Nos ordena que le sigamos con el cadillac de SuS a una distancia prudente. Aceptamos sin rechistar. Cuando llevamos media milla, alguien se da cuenta de que nos hemos dejado al suizo envuelto en una manta en el portal. Afortunadamente, al regresar, continúa allí. Yo hubiera preferido que se levantase y se fuese en su moto tan feliz, pero los muertos de verdad no hacen tales cosas.
Esta reflexión me hace darme cuenta de que también hay que deshacerse de la motocicleta. AlbertO se ofrece voluntario. Nunca ha ido en moto y le apetece probar.
De nuevo en marcha. Tardamos aproximadamente dos horas en llegar a una especie de polígono industrial. El camión se introduce en una empresa de forjados y nosotros hacemos lo mismo. AlbertO, si ya es torpe andando simplemente, en motocicleta parece un ciego montado en un toro de rodeo.
Esperamos a que AlbertO estrelle tranquilamente la desvencijada moto y escuchamos atentamente las instrucciones del hombre del chubasquero.
-Será fácil -dice en un inglés pasado por dieciséis filtros- tú y tú -y nos señala a AlbertO y a mí- prepararéis el cemento en esa hormigonera. SussiE y la mujer envolveréis al fiambre en ese plástico. No queremos que empiece a soltar fluidos comprometedores. Yo voy a por unas varas de hierro y madera para armar la mezcla.
Dicho y hecho. Al menos en nuestra mente. Ni el pingüino ni yo tenemos la menor idea de hacer cemento y SuS se desmaya al oler al suizo. MarietA, en cambio, forra al cadáver en el plástico como quien envuelve una pechuga de pollo en papel de celofán.
Empieza a amanecer cuando todo está listo. Nuestro salvador particular realiza un encofrado con el cemento, la madera y los hierros, a modo de bocadillo. Dentro está el suizo, bien envuelto y lo que queda de su moto. El mamotreto pesa lo suyo. La última fase del plan consiste en enterrar el invento en los cimientos de un edificio en construcción que está a una manzana de allí.
Según nos explica, ésta es la manera más precavida de deshacernos del sujeto. Si alguna vez, saliese a la luz el encofrado, simplemente se apartaría y nadie se molestaría en abrirlo. En estos casos, se entiende que es un único bloque compacto y ningún miembro de la construcción está dispuesto a perder un día entero en fraccionar piezas de ese calibre. Lo que me hace preguntarme cuántos muertos forrados de hormigón armado tendré yo debajo de mi casa.
SuS le paga los tres mil dólares -precio de amigo- que nos ha soplado por la operación y nos vamos de allí quemando rueda.
SuS, que ya empieza a estar harto de nuestra presencia, para el coche en el primer puesto ambulante de comida china que se cruza en nuestro camino y le planta la nota en las narices al dependiente. Después se la aleja un poco más porque el hombre no ve bien desde tan cerca y finalmente se la da en mano porque el pulso de SuS tampoco es para tirar cohetes.
Regresa al coche y, sin mediar palabra, nos lleva hasta la estación central. Taquilla treinta y uno, masculla un segundo antes de obligarnos a bajar del cadillac y dejanos bien claro que de acercarnos a su casa, mejor nos olvidamos.
Vale. Estamos delante de la taquilla treinta y uno. Felices y emocionados por lo que vamos a encontrar dentro. Hay un pequeño problema. ¿Dónde está la llave?
ContiNuarÁ

18 julio 2007

En busca del DragóN FucsiA. NY. 6th chapter.

*Viene del post anterior. Por su estabilidad craneal, comience a leer desde entonces.

La espera se aguanta si la recompensa merece la pena. Si el resultado no es el esperado, puede que nuestra reacción provoque consecuencias inesperadas.
9 DÍAS DESPUÉS
La comida china tardó una semana en llegar. Se ve que el número del restaurante pertenecía a un local de NeW JerseY y el motorista que debía traerla se perdió varias veces antes de encontrar la dirección. Cuando abrió la puerta, aún tenía el casco puesto. AlbertO se lanzó a por él con hambrientas intenciones. Sujetamos al pingüino. No nos convenía que se comiera al chino antes de que éste tradujese la nota.
Invitamos al repartidor a pasar a la sala de la forma más amable posible. MarietA lo cogió de los pies y yo de los hombros. SuS lo ató a una silla -se nota que tiene experiencia en esas cosas-, mientras AlbertO preparaba un cuchillo y un tenedor.
El chino no comprendía nada y se limitaba a sacudir la cabeza enfundada en el enorme casco verde. Tres horas de interrogatorio más tarde, seguíamos sin sacarle ni una solo palabra. Finalmente, AlbertO sugirió que quizá con el casco puesto no oía lo que le decíamos, así que procedimos a su extracción.
¡No era chino! El tío era suizo y había dos razones por las que no nos decía nada. La primera es que un suizo no tiene por qué saber chino y la segunda que no respiraba. SuS se había emocionado atando al chaval y puede –remota posibilidad ésta- que el trato que le habíamos dado, pudiese haberle ocasionado un paro cardiaco del miedo que tenía. Lo que también explicaría que se hubiese meado en los pantalones.
MarietA se ofreció a reanimarlo, pero me negué por la simple razón de que esos labios sólo los quiero para mí. Los de MarietA, no los del suizo. Así que coloqué al pingüino a realizar la tarea y aproveché que SuS había ido al baño a vomitar por la culpabilidad que le asediaba, para hablar con mi amada y aclarar de una vez por todas qué demonios había entre los dos.
Tardé aproximadamente una hora en pronunciar una frase a derechas. MarietA me miraba como si fuese un niño retardado el que le hablaba. Al fin, logré preguntarle si quería ser mi novia. Inexplicablemente, a una pregunta tan sincera, ella rompió a reír y yo me hice de vientre -sólo un poquito- en los calzones.
Me dijo que eso de las novias ya no se llevaba, que ahora es todo más abstracto. Si nos apetece, estamos y si no, pues no estamos. Yo le pregunté que en que se diferenciaba eso de un matrimonio de los de antes. Y ella volvió a reírse. Supongo que la diferencia es que a un matrimonio de los de antes, ahora nunca le apetece estar. Así que, volví a plantear la pregunta de forma que la niña lo entendiese.
Le dije que desde que la vi la primera vez, se me había clavado su cara en el cerebro y que eso de clavar cosas en lugares tan sensibles, duele lo suyo. MarietA me miró en silencio durante un segundo que a mí me pareció un mes y ahondó en un asunto que yo esperaba que no llegase nunca.
-¿Y ese anillo que llevas?-preguntó, señalando con su mirada a la alianza de mi dedo.
Entonces, me vi obligado a explicarle la situación en la que me encontraba antes de que toda esta locura diera comienzo.
La mujer a la que yo llamaba CositA y ella no me llamaba nada, había sido mi esposa. Lo cierto es que nunca habíamos sido de esas parejas que, ¿cómo decirlo?, que se casan por amor. Supongo que éramos lo mejor que habíamos podido encontrar el uno para el otro y al final, nos habíamos acostumbrado.
El caso es que, un día decidimos divorciarnos y así lo hicimos. El pequeño problema es que ninguno de los dos teníamos un duro para comprar, alquilar u ocupar otro piso y nos veíamos obligados a vivir juntos y dormir en la misma cama. Si alguno de los dos conocía a alguien y la cosa iba a mayores, el otro dormía en el sofá, con unos tapones en los oídos. Lo cierto es que siempre era yo el que hacía uso del sofá.
-Aún no me has respondido- dijo insistente- ¿Y ese anillo?
En un principio me quedé mirándola preguntándome si era sorda o simplemente no me había escuchado. Lo que por otra parte, empezaba a resultarme habitual cuando mi interlocutor era una mujer.
-Me refiero a que si tu mujer y tú ya no estáis juntos, ¿por qué continúas llevando la alianza? -aclaró.
La respuesta era sencilla, pero podía resultar un tanto inverosímil. Mis dedos habían engordado y el anillo parecía haber encogido, así que quitármelo resultaba tarea imposible. MarietA se quedó de nuevo en silencio. Algo que empezaba a incomodarme demasiado. Después sonrió y se limitó a decirme que cuando lograse quitarme el anillo, ella quizá se plantease la posibilidad de darme besos de vez en cuando. Dado que eso era lo máximo que podía conseguir por el momento, asentí y me fui por donde había venido.
AlbertO interrumpió mi agonía ofreciéndome una perspectiva menos alentadora si cabe. El suizo estaba muerto.
En un principio, se nos ocurrió cerrar la puerta por fuera y -nunca mejor dicho- cargarle el muerto al francés, ya que esa era su casa. Pero después recordamos que, al pedir la comida china, SuS había dado sus datos personales. Después del 11-S, los datos personales consistían en: nombre, apellidos, domicilio, número de cuenta, datos bancarios y fiscales, grupo sanguíneo, ascendentes, descendientes si los hubiera y antecedentes policiales si los hubiera -que siempre los hay, quieras, o no-.
La segunda opción fue cargarle el mochuelo a SuS, pero MarietA me miró como diciendo, si se te pasa por la cabeza una idiotez como esa otra vez, olvídate del trato. Así que aquí estamos. Esperando a un contacto de SuS que sabrá como deshacernos del cadáver pagando una módica cantidad.
Llueve y el suizo empieza a oler a oveja enferma.

ContiNuarÁ

09 julio 2007

En Busca del DragóN FucsiA. NY. 5th chapter.

*Viene del post anterior. Por su estabilidad craneal, comience a leer desde entonces.

Si un desconocido te ofrece pócimas mágicas y un reloj con el que retroceder en el tiempo, di no. Los billetes de ida al fondo de los propios recuerdos están bien únicamente si tienes atada la vuelta.

FIRST WEEKEND INSIDE MY MIND

Esta no era la idea que yo tenía de pasar un fin de semana en NuevA York. Llevo metido en el urinario dos largos días. Saqué la cabeza del retrete hará dieciséis horas. Esto de los recuerdos es curioso. He intentado salir de éste por la puerta, por la ventana por una cañería y por el propio desagüe, pero no hay manera.

El francés dejó de hablarme hace ya tiempo. Creo que se ha fugado a ArgentinA. Tendré que arreglármelas yo solito. Lo último que me preguntó fue que cómo se me ocurrió ir a buscar el DragóN FucsiA a la tienda del anticuario, pero al estar encerrado en un momento concreto de mi vida, no hay manera de recordarlo.

Me repito a mí mismo que después de contar hasta tres, me voy a despertar, voy a recordarlo todo, voy a ponerle un piso a MarietA, voy a comprarle un frigorífico a AlbertO, voy a encontrarle un novio a SuS, voy a leer la dirección escrita en la galletita de la suerte, voy a encontrar el DragóN y voy a ver qué pasa luego.

Cuento hasta tres y no me despierto. Cuento hasta diez y nada. Cuento hasta ocho mil novecientos treinta y tres y tampoco. Al carajo, arranco un canalón y empiezo a golpear la puerta del urinario. Comienza a salir agua residual y la puerta ni se inmuta.

La habitación se inunda. Me veo forzado a bucear entre caquitas y horrores que soy incapaz de describir. El agua fecal no deja de salir a borbotones y la puerta se va agrietando poco a poco. Cede y salgo despedido. El torrente me lleva de un recuerdo a otro. Me agarro a una tapa de retrete.

Algo va mal, el río de heces está llevándome en sentido inverso. Viro la tapa y logro tomar un afluente en la dirección correcta. No sé como será recordar toda una vida inundada de mierda. Avanzo hasta el momento en que el francés se dispone a hipnotizarme.

Nuevo obstáculo. Hay quien lo calificaría de paradójico. Yo prefiero llamarlo putada. Estoy en un bucle. El torrente ha llegado a un punto muerto y no paro de ir del instante en que me hipnotiza, al urinario y del urinario, al momento en que me hipnotiza. No hay más recuerdos, así que vuelvo a estar atascado.

Tengo que trepar hasta el consciente. No será tarea fácil. Si miro hacia arriba, hay un punto concreto en el que veo una lucecita que da al exterior. Creo que es el ojo izquierdo. Siempre me han dicho que cuando duermo, dejo un ojo entreabierto. Hasta hoy era algo que me acomplejaba, pero en él reside mi liberación. En una de las vueltas he visto que hay un saliente que podrá serme útil para trepar hasta el ojo.

Ahí está. Me agarro como un marsupial y comienzo a escalar. Ya está. Lo tengo. Estoy junto al párpado. Ahora sólo tengo que levantarlo. Pesa lo suyo. Tardo aproximadamente diez minutos en abrirlo lo suficiente como para ver el exterior. El mundo real. En realidad, la casa del francés no es muy real que se diga, pero me basta para regresar al consciente.

Me levanto mareado. Ni rastro del francés. Abro el armario en el que tuvieron que meterse mis tres acompañantes justo un momento antes de que cumplan el resultado de la votación. Me explico, el hambre empezaba a acecharles y decidieron votar a quién se comían. El resultado fue de dos votos contra uno. AlbertO iba a convertirse en la fuente de energía de MArietA y SuS. El pingüino se lanza a mis pies prometiéndome el oro y el moro. MarietA me da un beso y SuS lo intenta, pero lo esquivo.

No hay tiempo que perder. Meto mi mano en el bolsillo de mi chaqueta y encuentro el papel con la dirección. Está en chino. Por alguna extraña razón, ninguno de los cuatro sabemos chino. Me pregunto si algún día las cosas saldrán bien a la primera. Como hay hambre, encontramos una solución que satisfaga todas nuestras necesidades. Pedimos comida a un restaurante chino y esperamos a que el chino que lo traiga, de paso, nos diga qué pone en el papelito.

Mientras tanto, recuerdo el motivo por el que decidí buscar el DragóN FucsiA en aquella tienda. Lo que son las cosas, aquella tienda se llamaba FucshiA DragoN.

ContiNuarÁ

06 julio 2007

En busca del DragóN FucsiA. Nueva York. Fourth chapter.

*Viene del post anterior. Por su estabilidad craneal, comience a leer desde entonces.

Lo que es la vida. Te pasas años intentando olvidar algo, esperando a que se cumpla eso de que el tiempo lo cura todo, para que luego venga un francés y te joda el esfuerzo con una hipnosis regresiva.

EIGHTHT DAY IN LA GRAN MANZANA

In la GraN ManzanA por decir algo. Llegamos a la casa del francés antes de que amanezca. La casa de por sí, acongoja. No sé si para hacerse notar o porque no le caben en los archivadores, las paredes están forradas con títulos universitarios del tipo Master en Parapsicología y Jibarología por la universidad de WacO o Dpdo. en Numerología y Técnico Psicofónico por GeorgetowN. El habitáculo que tiene por consulta es clavadito al despacho de NormaN BateS.

El francés aparece de repente de debajo de la mesa circular que preside la cueva y se presenta a sí mismo como The Witch One III. Le pido que me enseñe su documento de identidad. Se llama NicolaS y nació en MarsellA.

Exige a mis acompañantes que esperen dentro del armario mientras invoca a no sé quién. Me dice que beba un líquido amarillo orina de una probeta. Declino la invitación alegando que no me gusta picar entre comidas. Me tapa la nariz y me lo hace tragar. Vomito. Entonces me inyecta un suero rosa y después un antídoto porque se ha dado cuenta de que se ha equivocado de pócima. Un poco asustado ya, le sugiero que use un reloj de bolsillo como todo el mundo.

Que no piense en nada -será fácil-. Que me concentre -¿en qué?-. Que me concentre -bueno, pues me concentro-. Que tengo sueño -pues he dormido bastante bien, la verdad-. Mucho sueño -¡que no tengo, hombre!-. Que cuando cuente tres, retrocederé en el tiempo -si usted lo dice...-.

Un. Deux. Trois.

La salita se ha convertido en un lago enorme y veo salir una especie de rana con aletas a la orilla. El cielo es rojo como el infierno y la rana me mira. De repente le salen unos bracitos muy extraños y empieza a arrastrarse por el lodo y regurgita lo que a mí me parece una especie de pulmón. Oigo al francés que me invita a no retroceder tanto en el tiempo.

Estoy flotando en un líquido viscoso y me chupo el dedo. Una sacudida me saca de ahí y un señor con mascarilla me sacude un guantazo en la espalda. El francés me dice que avance hasta el día en el que me encontré con el chino en el urinario.

Tengo doce años y estoy haciendo pis en el retrete de una estación. Un chino me mira desde el retrete de al lado. Me dice que en su casa tiene muchos juguetes y que me tratará muy bien. Me asusto y salgo corriendo. Me doy contra la puerta del servicio y empieza a sangrarme la nariz. Entra otro chino y se pone a insultar al primero. Las carcajadas del francés interrumpen el momento y me aclara que se refiere al chino anticuario. Haber empezado por ahí.

El anticuario me escupe por haber tirado a un contenedor a su mascota diabólica. Le pregunto que dónde está el DragóN FucsiA. Se chuta una calada de opio. Me invita a una. Sabe como a mora. Me río y empiezo a pensar en lo difícil que tiene que ser meter un barquito en una botella. Media hora más tarde, recuerdo que no me ha contestado y me río otra vez. Vuelvo a preguntarle por el DragóN. Me cuesta vocalizar y el anticuario me mira con cara de chino. Decido llamarle JuaN. JuaN, -le digo- ¿dónde está el TragóN RusiA, pillín? El viejo se ríe y me suelta: Todos buscamos algo en esta vida. Pero lo importante no es si lo encontramos o no, sino aquellos a los que conocemos en el camino. Y sigue fumando.
Estupendo. Juanito, o me dices dónde está el BribóN MustiA, o la tenemos. Que siga a mi corazón, me suelta el acertijo con patas. Me he cansado del rollo pequeño saltamontes y le amenazo con llamar a inmigración. El chino se ríe y me dice que el que no tiene papeles allí, soy yo. Me da una galletita de la suerte y se marcha. Me deja la pipa de la paz para que me fume lo que queda. Como tengo prisa, me lo fumo de un tirón. Me pongo a cantar Una cucharada de azúcar y cuando descubro que mi bolso no es como el de MarY PoppinS, me mareo y me quedo dormido en la taza del váter.

Ya está.

El francés me dice que qué hay en la galletita de la suerte. Rebobino y me veo a mí mismo comiendo la galleta. Sabe a rancio. Hay un papel dentro. Lo descubro porque me atraganto con él. Tiene una dirección. Está borrosa. Ya lo leeré cuando se me pase el colocón.
El francés está satisfecho. Cuando cuente tres, me despertaré y le diré dónde he guardado el papelito.
Un. Deux. Trois.
Nada.
Un. Deux. Trois.
Sigo con la cabeza dentro del váter.
Un. Deux. Trois.
Empiezo a preocuparme.
Un. Deux...
Es evidente que los numeritos no sirven de nada.
Prueba en siete idiomas diferentes, pero continúo a medio palmo del agüilla residual del retrete.
Creo que tenemos un problema.

ContiNuarÁ

05 julio 2007

En busca del DragóN FucsiA. Nueva York. Third chapter.

*Viene del post anterior. Por su estabilidad craneal, comience a leer desde entonces.

Llega un momento en la vida de todo ser humano en el que uno se detiene y se pregunta si el camino recorrido ha merecido la pena. A ver. He conocido a un pingüino cojo, gracias a él me han torturado, he sufrido coma etílico, me he enamorado de una cabaretera, he enfermado, he estado a punto de morir en un avión prehistórico, he violado el espacio aéreo estadounidense y casi cojo la rabia gracias a un ser peludo que nunca debió nacer. Y todo por hacerle caso a un marinero agonizante. Sí, sin duda ha merecido la pena

SEVENTH DAY IN LA GRAN MANZANA

Donde ayer estaba la tienda de antigüedades, hoy abre sus puertas un inmenso centro comercial. Todos los chinos de la manzana, a la calle. A la calle literalmente. La misión es sencilla, encontrar al anticuario. MarietA, SuS y yo nos dividimos en tres grupos. Peinaremos todo el barrio.

He hecho un retrato robot del anticuario. Surte efecto. Gracias a mi gran habilidad como retratista, MarietA me trae a cinco vietnamitas, un coreano, dos japoneses y un venezolano. Ninguno de ellos es el anticuario. SuS, orgulloso, se acerca con un nigeriano y una niña de catorce años. Tampoco son el anticuario. Va a ser más complicado de lo que esperaba.
AlbertO llega de YalE a media tarde y se une a la búsqueda en un cuarto grupo. Le noto raro, pero como es un pingüino, tampoco estoy muy seguro. A los cinco minutos se pone a insultar a todo el mundo y a orinar en todos los puestos de frutas. Le noto alterado, así que dejo lo del anticuario para otro momento y le invito a una cerveza.
Siete barriles después, abre su corazón. Su hijo universitario, el que estudiaba vivisección en cinco pasos, dejó la carrera la primera semana. Al parecer, lo de someterse a autopsias estando vivo no es lo suyo y abrió una peluquería para bebés con el dinero de su familia. No funcionó y ahora vive de okupa con una mujer divorciada y cleptómana. Como no soy muy bueno dando consejos, le obligo a beberse tres barriles más. Cuando pierde la consciencia definitivamente, continúo mi búsqueda.

Encuentro al anticuario fumando opio en un urinario público. No sabe quién soy. Le recuerdo que soy al que encasquetó una jaula con un ser dentro. Me pregunta por él. Le respondo que imagino que seguirá en el contenedor donde lo dejé y por alguna extraña razón me escupe. Debe de ser su forma de agradecérmelo, así que no me ofendo. Voy al grano y le pregunto por el DragóN FucsiA. Me mira raro, se mete otra dosis de opio a los pulmones y me invita a una calada.
Doce horas después, MarietA me encuentra inconsciente con la cabeza metida en un váter. Tira de la cadena y reacciono. Ya sé dónde encontrar el DragóN FucsiA. MarietA aplaude y me apremia a que se lo diga. No me acuerdo. El opio se ha comido la mitad de mis neuronas y la otra mitad no sabe de que le hablo. Sugiero que se lo volvamos a preguntar al chino. Va a ser difícil porque según me dicen, el FBI lo ha mandado a GuantánamO. Preferiría no ir hasta allí a buscarlo.
SuS tiene una idea para hacerme recordar. Se llama regresión y tiene un amigo francés que lo hace como quien come sopas.

ContiNuarÁ

04 julio 2007

En busca del DragóN FucsiA. Nueva York. Second Chapter.

*Viene del post anterior. Por su estabilidad craneal, comience a leer desde entonces.
Independizarse mola. Uno aprende a cocinar por sí mismo y a comerse el resultado después, a gastarse el dinero del mes en la primera semana, a ponerse solito el termómetro y a mezclar medicamentos por no ir al médico cuando cae enfermo y hasta empieza a verle la gracia a eso de ver la teletienda a las cuatro de la mañana en la más absoluta soledad. Cuando te ves forzado a convivir con otros individuos, la cosa se complica y comienza la tensión. Pues con los países pasa lo mismo.

SIXTH DAY IN LA GRAN MANZANA (INDEPENDENCE DAY)

Me despierta un estruendo horroroso. El tal SuS, Susy, SusI o Sussie entra corriendo en el salón cubierto únicamente por una bandera estadounidense, una biblia y una bengala. Yo, convencido de que hemos entrado en guerra con alguien o algo, saco mi vena patriótica y me escondo debajo de una mesa a esperar a que todo pase.

Pues no. Ni hay guerra, ni voy a morir. Hoy es cuatro de julio. Los EstadoS UnidoS se fueron de casa un día como hoy del año 1776. Así que, como buen adolescente, el país lo celebra cada año comiendo como un cerdo, emborrachándose y viendo fuegos artificiales. A pesar de mi insistencia en aclarar educadamente que a mí eso me importa un comino y que quiero encontrar el DragóN FucsiA e irme a mi casa, la estatua de la libertad humana que tengo por anfitrión está lo suficientemente ebrio como para desmayarse en el salón y estar a punto de ahogarse con su propio vómito.

AlbertO ha dejado una nota, se ha ido a YalE a pasar el día con su hijo universitario. MarietA está ahí, mirándome. No sé qué decir y retrocedo un paso. Me propone pasar el día juntos y sin que yo pueda responder, me coge de la mano y me lleva a CentraL Park.

Nos montamos en una carreta guiada por un caballo de color marrón al que sacude fustazos un viejo con sombrero y empezamos a dar vueltas por el parque. Pasamos trece horas en silencio, creo que quiere decirme algo, pero para no agobiarla me entretengo tratando de calcular la frecuencia con la que defeca el percherón. El viejo se ha dormido y el caballo campa a sus anchas. Seguimos en silencio. Cuando el animal se suelta y la carreta se queda atascada en mitad de la QuintA AvenidA, MarietA me besa y sale corriendo.

Muy bien. Estoy sentado en una carreta, rodeado de taxis amarillos y mi sonrisa boba no desaparece por mucho que los conductores me lancen cosas y un turista español me robe las gafas y el mapa.

Vuelvo en mí cuando el percherón ha sido sustituido por una grúa y se llevan la carreta conmigo dentro. Salto en marcha con tremenda destreza y me tuerzo un tobillo. No sé dónde estoy. La gente de por aquí parece estar mirando directamente al sol y hablan un inglés más raro de lo habitual. Como tengo un poco de miedo, me meto en el primer establecimiento que veo en busca de un teléfono. Parece una tienda de antigüedades. De hecho el propio anticuario parece una antigüedad.

Me dice que el teléfono no está en venta, Yo le explico que no quiero comprarlo, que sólo quiero usarlo. Intenta venderme una jaula cubierta con una manta. Le agradezco la invitación y le sugiero que deje la jaula donde estaba y que me permita llamar por el maldito teléfono. El hombre sigue a lo suyo y me explica que la jaula exige una gran responsabilidad por mi parte y no sé qué de que no le dé de comer pasada la medianoche. No quiero entrar a debatir con el buen señor así que omito mis serias dudas de que una jaula pueda alimentarse.

Al fin me deja llamar por teléfono con la condición de que me lleve la jaula de marras. SuS ya ha recobrado el sentido y viene a buscarme si le digo dónde estoy. El anticuario murmura algo de ChinatowN. Así que esa es la razón de que todos tuviesen esa mirada extraña, son chinos.

Cuando salgo de la tienda, el anticuario termina de decirme que la jaula tampoco puede mojarse ni dejar que le toque la luz del sol. Un segundo antes de que SuS llegue en su cadillac examino el interior de la jaula. Un bicho peludo con orejas grandes y mirada de drogadicto me saluda desde su interior. Grito como un cerdo en la matanza y tiro la jaula a un contenedor con el aborto de la naturaleza peludo dentro. Me monto en el coche y trato de calmarme. SuS confunde la palanca de cambios con mi pierna y decido pasarme al asiento de atrás. Cuando detiene el coche en un descampado empiezo a preocuparme y busco una forma sutil de decirle que no me gusta tener relaciones con nada que tenga barba.

Un destello ilumina el cielo. MarietA se monta en el asiento delantero y ni me saluda. SuS me explica que es el mejor sitio para ver los fuegos artificiales. Antes de que llegue la traca final, me doy cuenta de que ya sé dónde encontrar el DragóN Fucsia.

ContiNuará

03 julio 2007

En Busca del DragóN FucsiA. NuevA York. First chapter.

*Viene del post anterior. Por su estabilidad craneal, comience a leer desde entonces.
La diferencia entre el inglés británico y el inglés estadounidense es que el primero es un idioma y lo segundo no sé lo que es. Aquí nadie habla como MichaeL CainE, más bien ganguean como JohN Wayne. Solo que sin su estilo ni su sombrero.
FIRST WEEK IN LA GRAN MANZANA

Resulta que sobrevolar el espacio aéreo de NuevA YorK es como desatar el ApocalipsiS, aunque lo hagas montado en una barraca de principios del siglo veinte. Gracias a la presión de ser amenazados con convertirnos en una falla volante si no salíamos de su cielo cagando leches y a haber sobrepasado con creces la vida útil de nuestro RohrbacH R-VIII RolanD color rojo de 1928, JaumE decidió amarar -por decirlo de alguna manera- allá donde el río HudsoN es más profundo y huele peor.

El avioncito se hundió como una piedra y nosotros salimos de esa cosa como pudimos. Felicité a JaumE por un aterrizaje tan acertado y después traté de estrangularlo con mis propias manos. MarietA supo disuadirme con una sencilla premisa: o salíamos de allí inmediatamente o tendríamos que buscar el DragóN FucsiA en una prisión de máxima seguridad. El argumento me convenció un poco.
Por lo visto, un pingüino cojo y parlante no llama demasiado la atención aquí, lo que es de agradecer y MarietA había estado aquí antes, así que se convirtió por unanimidad en nuestra guía. Cuando dice cosas como SohO, VillagE o SubwaY a mí me parece que me habla un ángel -con un sexo muy bien definido, desde luego-.
Se ve que SubwaY es la forma que tienen los neoyorquinos de llamar al MetrO y según MarietA, era la mejor opción para llegar al siguiente enclave.
Como entre los cuatro no reuníamos un dólar, decidimos viajar en el SubwaY por la cara. Mientras AlbertO fingía ser uno de los secundarios de MarY PoppinS y entretenía a la taquillera, nosotros tratamos de cruzar las puertas de la forma más disimulada posible.
JaumE disimula tan bien como pilota y fue placado ipso facto por cinco hombretones del FBI disfrazados de limpiadoras que lo acusaron de terrorista. Un anciano intentó mediar por él aclarándoles que sólo intentaba colarse. Automáticamente, el anciano fue considerado el líder de la célula que se completó con un negro, un mexicano y dos niñitas que vendían galletas para la excursión de fin de curso.
Para cuando otros veinticuatro viajeros fueron acusados de financiar la operación por intentar pagarle el billete a JaumE nosotros ya estábamos de camino al SohO, nuestra siguiente parada.
Llevábamos media tarde metidos en un vagón destartalado luchando por respirar con otros quinientos cincuenta pasajeros cuando MarietA descubrió que íbamos en dirección UptowN y no DowntowN. AlbertO y yo asentimos como si entendiésemos lo que nos decía y nos limitamos a seguirla cuando nos explicó que había que ir DowntowN.
A saber, los neoyorquinos consideran que especificar a dónde va uno es demasiado evidente y prefieren ser más sutiles y hacer que sus transportes vayan ciudad arriba o ciudad abajo. Nosotros teníamos que ir para abajo.
Cinco días después, llegamos al dichoso SohO. Un barrio de artistas y pisos que cuestan más que fichar a un futbolista y que debe su nombre a la sencilla razón de que está al sur de la calle HoustoN -SOutH of HOustoN StreeT-, así, sin más. Debido a la deshidratación y a habernos alimentado tan sólo con dos patatas fritas que se le cayeron a un viajero tres días atrás, el pingüino y yo suplicamos a MarietA que nos deje comer algo antes de seguir caminando. Catorce perritos calientes callejeros después, llegamos a nuestro destino, GreenE StreeT.
Los artistas bohemios que vivían aquí, lo hicieron en los años sesenta, ahora los que viven aquí son snobs vestidos de artistas que no repiten traje ni para dormir. Nuestro contacto vive en un LofT, que es como un estudio pero más ñoño.

El tipo en cuestión siente una tremenda atracción por los señores y me saluda con un beso en la mejilla -que no llega a rozar la piel afortunadamente-. Se hace llamar SussiE, o SusY, o SusI, o SuS o algo parecido y nos invita a sentarnos en un sofá rojo salmón ahumado. Antes de que pronuncie una palabra más, AlbertO y yo hacemos uso de nuestra cortesía y empezamos a roncar como dos recién nacidos.
Que se espere el DragóN FucsiA.
ContiNuarÁ