Qué puta es la vida. (A veces).
Aquél hombre de ojos vidriosos no dejaba de mirarme. Hubiera jurado que guardaba una uzi debajo de la barra. Pedí un vodka con limón y me acurruqué intimidado en uno de los sofás.
¿Me invitas a una copa? -me preguntó una colombiana despampanante mordiéndose el labio inferior.
¿Qué coño hacía yo ahí? Debería estar en casa y no en un bar donde la copa cuesta catorce euros.
Supongo que no sólo las putas son putas. Todos nos vendemos ante algo. Todos tenemos un precio. El cuánto es lo que nos diferencia a unos y otros, pero todos somos putas y putos en algún momento. Supongo.
Carla - dudo que se llamase así de verdad - decía que no comprendía por qué se legalizan los matrimonios homosexuales y no su condición. No entendía por qué ella no podía gozar de una Seguridad Social ni de los privilegios con los que cuentan el resto de los trabajadores. Era una prostituta, pero mucho más coherente que otros putos que se venden de otra manera, igual o menos digna.
Por supuesto no le invité a la copa, pero decidió conversar conmigo. Nunca había entrado a un club de alterne y nunca volveré a pisar uno. Un amigo, más aventurero que yo, me animó a entrar. Sentí lástima pero no me arrepiento de haber pasado una hora en aquél sofá, salvo por el dolor de cabeza que me provocó el maldito garrafón.
La prostitución es una triste pero contundente realidad. Con nombres y apellidos. No vale cerrar los ojos ni mirar para otro lado. Cientos de mujeres se ganan así la vida. Muchas venden sus cuerpos para conseguir papeles, para saldar una deuda, para subsistir. Su dignidad no está en duda. Su situación sí.
¿Me invitas a una copa? -me preguntó una colombiana despampanante mordiéndose el labio inferior.
¿Qué coño hacía yo ahí? Debería estar en casa y no en un bar donde la copa cuesta catorce euros.
Supongo que no sólo las putas son putas. Todos nos vendemos ante algo. Todos tenemos un precio. El cuánto es lo que nos diferencia a unos y otros, pero todos somos putas y putos en algún momento. Supongo.
Carla - dudo que se llamase así de verdad - decía que no comprendía por qué se legalizan los matrimonios homosexuales y no su condición. No entendía por qué ella no podía gozar de una Seguridad Social ni de los privilegios con los que cuentan el resto de los trabajadores. Era una prostituta, pero mucho más coherente que otros putos que se venden de otra manera, igual o menos digna.
Por supuesto no le invité a la copa, pero decidió conversar conmigo. Nunca había entrado a un club de alterne y nunca volveré a pisar uno. Un amigo, más aventurero que yo, me animó a entrar. Sentí lástima pero no me arrepiento de haber pasado una hora en aquél sofá, salvo por el dolor de cabeza que me provocó el maldito garrafón.
La prostitución es una triste pero contundente realidad. Con nombres y apellidos. No vale cerrar los ojos ni mirar para otro lado. Cientos de mujeres se ganan así la vida. Muchas venden sus cuerpos para conseguir papeles, para saldar una deuda, para subsistir. Su dignidad no está en duda. Su situación sí.
3 Comments:
Puede que lo que diga es duro, pero si no hay comprador, no hay venta. En Suecia ponen multa al que contrata a la prostituta, no a ella misma.
Completamente de acuerdo, Betiteb. El "cliente" es quién mantiene y potencia esa situación. El problema es que putas, putos, proxenetas y clientes ha habido siempre. La cuestión que quizá debamos plantearnos es; si la prostitución no tiende ni mucho menos a desaparecer: ¿Qué se puede hacer? ¿Cómo ayudar, favorecer, a la que más tiene que perder y menos que ganar en este penoso juego?
Hombre x fin has entrado a un lugar lúdico d estos xD
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