La luz al final del túnel
De nuevo en Madrid.
Al llegar a casa, me encontré con un correo electrónico que me enviaba un amigo desde la otra parte del globo. Me sorprendió mucho y he intentado traducirlo. Merece la pena sobre todo por el lugar del que proviene. Ahí va.
"(...) Desde aquí no se puede ver vuestro aeropuerto. Pero por alguna razón, al asomarme a la terraza, parece que falta algo. El año terminó jodido para vosotros y empezó el siguiente. Supongo que con una sensación de haber perdido un trozo de estómago.
-Era evidente - Se veía venir - No sé de qué te extrañas - ¿Pero tú te lo creíste?
Pues sí. Me lo creí. No era ingenuidad. Era esperanza. Y aún la tengo. Escondida debajo de un montón de escombros. Pero está.
El domingo leí en un periódico español un especial en el que grandes -y no tan grandes- figuras del mundo de la cultura y el librepensamiento exponían lo primero que les vino a la cabeza tras recibir la patada en el bajovientre. Me llamó la atención lo que decía una cineasta; Ángeles González Sinde. No recuerdo las palabras exactas, pero reflexionaba sobre la naturaleza de las víctimas. Decía que si Carlos y Diego no fueran de Ecuador; si hubiesen nacido en Torrelodones -por ejemplo- todos hubiérais salido a la calle. Igual que con Miguel Ángel Blanco.
Puede que tenga razón. Pero quizá no salisteis porque no queríais creerlo. Porque no se confirmaba. Porque tardaron días en sacarlos de allí.
Pero también porque manifestarse es cada vez más jodido. Porque salir a la calle ya no significa que estás con sus familias. Ni que no te sale de los cojones que tu libertad dependa de unos pocos. Ni que en el siglo XXI esta patochada es un sinsentido. Ni que tú eres una víctima más del terror. No.
Porque ahora resulta que allá hasta las víctimas se insultan entre ellas. Porque nadie tiene ya ni puta idea dónde coño está. Porque algunos payasos exaltados aprovechan cualquier baruyo para armar bronca. Porque sobrevuelan aguiluchos. Porque se mezclan llantos con carcajadas desagradables. Porque no razonan. Ni unos, ni otros".
Lo único que mi cabeza constipada puede pensar ahora es una cosa. El camino es un campo de minas, pero al fondo, casi entre niebla, se ve una luz. Preciosa. Una luz que da calor a todos por igual.
Merece la pena. ¿No?
Al llegar a casa, me encontré con un correo electrónico que me enviaba un amigo desde la otra parte del globo. Me sorprendió mucho y he intentado traducirlo. Merece la pena sobre todo por el lugar del que proviene. Ahí va.
"(...) Desde aquí no se puede ver vuestro aeropuerto. Pero por alguna razón, al asomarme a la terraza, parece que falta algo. El año terminó jodido para vosotros y empezó el siguiente. Supongo que con una sensación de haber perdido un trozo de estómago.
-Era evidente - Se veía venir - No sé de qué te extrañas - ¿Pero tú te lo creíste?
Pues sí. Me lo creí. No era ingenuidad. Era esperanza. Y aún la tengo. Escondida debajo de un montón de escombros. Pero está.
El domingo leí en un periódico español un especial en el que grandes -y no tan grandes- figuras del mundo de la cultura y el librepensamiento exponían lo primero que les vino a la cabeza tras recibir la patada en el bajovientre. Me llamó la atención lo que decía una cineasta; Ángeles González Sinde. No recuerdo las palabras exactas, pero reflexionaba sobre la naturaleza de las víctimas. Decía que si Carlos y Diego no fueran de Ecuador; si hubiesen nacido en Torrelodones -por ejemplo- todos hubiérais salido a la calle. Igual que con Miguel Ángel Blanco.
Puede que tenga razón. Pero quizá no salisteis porque no queríais creerlo. Porque no se confirmaba. Porque tardaron días en sacarlos de allí.
Pero también porque manifestarse es cada vez más jodido. Porque salir a la calle ya no significa que estás con sus familias. Ni que no te sale de los cojones que tu libertad dependa de unos pocos. Ni que en el siglo XXI esta patochada es un sinsentido. Ni que tú eres una víctima más del terror. No.
Porque ahora resulta que allá hasta las víctimas se insultan entre ellas. Porque nadie tiene ya ni puta idea dónde coño está. Porque algunos payasos exaltados aprovechan cualquier baruyo para armar bronca. Porque sobrevuelan aguiluchos. Porque se mezclan llantos con carcajadas desagradables. Porque no razonan. Ni unos, ni otros".
K.C.
Lo único que mi cabeza constipada puede pensar ahora es una cosa. El camino es un campo de minas, pero al fondo, casi entre niebla, se ve una luz. Preciosa. Una luz que da calor a todos por igual.
Merece la pena. ¿No?
2 Comments:
La luz de la fiesta siempre se ve. Saludos a los de la cloaca. Ahora epoca d examenes... no veo luces sino sombras :P No ahogues al pato :)
¿Todos merecen la misma dosis de calor?
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